Agramonte, la vergüenza como estandarte

23 de Diciembre de 2021

Foto: Fotograma de la Película "El Mayor"

Por obra del colosal servicio político y militar que prestó a la revolución se convirtió en El Mayor, y así pervive. Según consta en la partida de bautismo suscrita en la Parroquia de Nuestra Señora de la Soledad, el 23 de diciembre de 1841, hace 180 años, nació en la ciudad de Camagüey bajo el nombre de Ignacio Francisco Eduardo de la Merced Agramonte Loynaz.

 

De combate en combate, en medio de no pocas divergencias y desencuentros propios de una república nacida al fragor de la Guerra Grande, en Agramonte fueron conjugándose en armónica proporción el talento militar y las dotes de dirigente político, aderezados con una peculiar ejemplaridad cívica.

 

Ello le permitió zanjar con grandeza de alma, firmeza de carácter y honestidad cualquier diferencia en cuanto a conceptos o maneras de conducir la lucha, para lo cual antepuso siempre los sublimes intereses y objetivos patrios a otros de carácter estrictamente personales.

 

Cuando en 1871 la revolución pasaba por uno de los momentos más convulsos, el Mayor General reasumió el mando de las debilitadas y dispersas fuerzas de la región, cuyas opciones de triunfo cifró en la organización, la disciplina, la abnegación y el valor de los mambises.

 

Son tantas las lecciones de arrojo y dignidad legadas a su pueblo, que ante Agramonte, hoy mismo, se está en constante y progresivo aprendizaje patriótico: solo su enérgica respuesta a quienes intentaban persuadirlo de abandonar la lucha basta para encumbrarlo entre lo más excelso del independentismo cubano.

 

Frente a la insistencia de la innoble propuesta acerca de la inutilidad de sus esfuerzos y la necesidad de una «capitulación honrosa», y ante la interrogante de con qué recursos contaba para continuar la guerra, en medio de una carencia extrema de armas y municiones, El Mayor, todo coraje, replicó: «¡Con la vergüenza!».

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