Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz

Por Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz
11 de Julio de 2024

Al fin hemos llegado a Santiago.  Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado.
 
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La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre todo, en esta etapa inicial, y en qué mejor lugar para establecer el Gobierno de la República que en esta fortaleza de la Revolución (Gritos y aplausos); para que se sepa que este va a ser un gobierno sólidamente respaldado por el pueblo en la ciudad heroica y en las estribaciones de la Sierra Maestra, porque Santiago está en la Sierra Maestra (Gritos y aplausos).  En Santiago de Cuba y en la Sierra Maestra tendrá la Revolución sus dos mejores fortalezas (Aplausos).  
 
El golpe de Columbia fue un golpe ambicioso y traidor que no merece otro calificativo, y nosotros sabemos llamar las cosas por su nombre y atenernos, además, a la responsabilidad (Aplausos).
 
 
Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder.  No será como en el 95 que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto (Aplausos).  Intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García que había peleado durante 30 años, no quisieron que entrara en Santiago de Cuba (Aplausos).  No será como en el 33 que cuando el pueblo empezó a creer que una Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura por once años.  No será como en el 44, año en que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder, y los que llegaron al poder fueron los ladrones.  Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas.  Esta vez sí que es la Revolución.
  
 

 
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La libertad nos la quitaron mediante un golpe de Estado, pero para que se acabaran de una vez y para siempre los golpes de Estado, había que conquistar la libertad a fuerza de sacrificio de pueblo, porque no hacíamos nada con que dieran un golpe mañana y otro pasado y otro dentro de dos años y otro dentro de tres años; porque aquí quien tiene que decidir, definitivamente, quién debe gobernar es el pueblo y nadie más que el pueblo (Aplausos).
 
Y los militares deben estar incondicionalmente a las órdenes del pueblo y a la disposición del pueblo y a la disposición de la Constitución, y de la ley de la República.
 
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La función del militar no es elegir gobernantes, sino garantizar la ley, garantizar los derechos del ciudadano (Aplausos).  Por eso le advertí que golpe de Estado ¡no!, movimiento militar revolucionario, ¡sí!, y no en Columbia sino en Santiago de Cuba (Aplausos).
 
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Se acordó que los tanques que hay en la ciudad serían puestos a disposición de nosotros, y yo me ofrecí, personalmente, para avanzar hacia la capital con una columna blindada, precedida por los tanques.  Los tanques me serían entregados a las 3:00 de la tarde, no porque se pensase que había que combatir, sino para prever en caso de que en La Habana el movimiento fracasase y hubiese necesidad de situar nuestra vanguardia lo más cerca posible de la capital.  Y, además, para prever que no se fueran a realizar excesos en la ciudad de La Habana.

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Debo confesar que si en Santiago de Cuba no se libró una batalla sangrienta se debe, en gran parte, a la patriótica actitud del coronel del Ejército José Rego Rubido (Aplausos); a los comandantes de las fragatas Máximo Gómez y Maceo, al jefe del Distrito Naval de Santiago de Cuba (Aplausos), y al oficial que desempeñaba el cargo de la jefatura de policía (Aplausos).  Todos —y es justo que aquí lo reconozcamos y se lo agradezcamos— contribuyeron a evitar una sangrienta batalla y a convertir el movimiento contrarrevolucionario de esta mañana en el movimiento revolucionario de esta tarde.
 
A nosotros no nos quedaba otra alternativa que atacar porque no podíamos permitir la consolidación del golpe de Columbia y, por lo tanto, había que atacar sin espera.  Y cuando las tropas marchaban ya sobre sus objetivos, el coronel Rego hizo un viaje en el helicóptero para localizarme.  Los jefes de las fragatas hicieron contacto con nosotros y se pusieron, incondicionalmente, a las órdenes de la Revolución (Aplausos).
 
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El hecho cierto es que recabé el apoyo de la oficialidad del Ejército de Santiago de Cuba, y la oficialidad del Ejército de Santiago de Cuba le brindó su apoyo incondicional a la Revolución Cubana (Aplausos).  Reunidos los oficiales de la Marina, de la Policía y del Ejército, se acordó desaprobar el golpe amañado de Columbia y apoyar al Gobierno legal de la República, porque cuenta con la mayoría de nuestro pueblo, que es el doctor Manuel Urrutia Lleó (Aplausos); y apoyar a la Revolución Cubana.  Gracias a esa actitud se ahorró mucha sangre, gracias a esa actitud se ha gestado de verdad, en la tarde de hoy, un verdadero movimiento militar revolucionario.
 
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En esas circunstancias se realizó en la tarde de hoy un verdadero movimiento revolucionario del pueblo, de los militares y de los rebeldes, en la ciudad de Santiago de Cuba (Aplausos).  Es indescriptible el entusiasmo de los militares, y en prueba de confianza les pedí a los oficiales que entraran conmigo en Santiago de Cuba, ¡y aquí están todos los oficiales del Ejército!  (Aplausos).  ¡Ahí están los tanques a disposición de la Revolución!  (Aplausos).  ¡Ahí está la artillería a disposición de la Revolución!  (Aplausos).  ¡Ahí están las fragatas a disposición de la Revolución!  (Gritos y aplausos).
 
Yo no voy a decir que la Revolución tiene el pueblo, eso ni se dice, eso lo sabe todo el mundo.  Yo decía que el pueblo, que antes tenía escopeticas, ya tiene artillería, tanques y fragatas; y tiene muchos técnicos capacitados del Ejército que nos van a ayudar a manejarlas, si fuese necesario (Aplausos).  ¡Ahora sí que el pueblo está armado!  Yo les aseguro que si cuando éramos 12 hombres solamente no perdimos la fe (Aplausos), ahora que tenemos ahí 12 tanques cómo vamos a perder la fe.
 
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Aquí estamos, sencillamente, a las órdenes del pueblo.  Lo legal en este momento es el mandato del pueblo.  Al presidente lo elige el pueblo y no lo elige un conciliábulo en Columbia, a las 4:00 de la madrugada (Aplausos).  El pueblo ha elegido a su presidente y eso quiere decir que desde este instante quedará constituida la máxima autoridad legal de la República (Aplausos).  Ninguno de los cargos ni de los grados que se han concedido de acuerdo con la Junta Militar de la madrugada de hoy tienen validez alguna.  Todos los nombramientos de cargos dentro del Ejército son nulos —me refiero a todos los nombramientos que se han hecho esta mañana—; quien acepte un cargo designado por la Junta traicionera de esta mañana estará asumiendo una actitud contrarrevolucionaria, llámese como se llame (Aplausos), y, en consecuencia, quedará fuera de la ley.
 
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El Che Guevara (Aplausos) recibió la orden de avanzar sobre la capital no provisional de la República, y el comandante Camilo Cienfuegos, jefe de la Columna 2 Antonio Maceo (Aplausos) ha recibido la orden de marchar sobre la gran Habana y asumir el mando del campamento militar de Columbia (Aplausos).  Se cumplirán, sencillamente, las órdenes del presidente de la República y el mandato de la Revolución (Aplausos).
 
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La paz que nuestra patria necesita se ha logrado. Santiago de Cuba ha pasado a la libertad sin que hubiera que derramar sangre.  Por eso hay tanta alegría, y por eso es que los militares que en el día de hoy desoyeron y desaprobaron el golpe de Columbia para sumarse incondicionalmente a la Revolución merecen nuestro reconocimiento, nuestra gratitud y nuestro respeto (Aplausos).  Los institutos armados de la República serán en el futuro modelos de instituciones, por su capacidad, por su educación y por su identificación con la causa del pueblo.  Porque los fusiles, de ahora en adelante, solo estarán siempre al servicio del pueblo (Aplausos).
 
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Naturalmente, que el pueblo todo lo debe esperar de nosotros, y lo va a recibir.  Pero he hablado de los militares para que ellos sepan que también todo lo van a recibir de la Revolución, todas las mejoras que jamás han tenido, porque cuando no se robe el dinero de los presupuestos estarán mucho mejor los militares de lo que están hoy.  Y el soldado no ejercerá funciones de policía, el soldado estará en su entrenamiento, en su cuartel; no tendrá que estar ejerciendo funciones de policía.
 

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No nos olvidaremos de nuestros campesinos de la Sierra Maestra y de los de Santiago de Cuba (Aplausos).  No nos iremos a vivir a La Habana olvidados de todos; donde yo quiero vivir es en la Sierra Maestra (Aplausos).  Por lo menos, en la parte que me corresponda, por un sentimiento muy profundo de gratitud, no olvidaré a aquellos campesinos; y tan pronto tenga un momento libre voy a ver dónde vamos a hacer la primera Ciudad Escolar, con cabida para 20 000 niños (Aplausos).  Y lo vamos a hacer con la ayuda del pueblo.  Los rebeldes van a trabajar allí.  Le vamos a pedir a cada ciudadano un saco de cemento y una cabilla (Aplausos y gritos de: “¡Sí, sí!”).  Y yo sé que obtendremos la ayuda de nuestra ciudadanía (Aplausos).
 
No olvidaremos a ninguno de los sectores de nuestro pueblo (del público le dicen:  “¡Viva Crescencio Pérez!”).  ¡Que viva Crescencio Pérez que perdió a un hijo en los días postreros de la guerra!
 
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No creemos que todos los problemas se vayan a resolver fácilmente, sabemos que el camino está preñado de obstáculos, pero nosotros somos hombres de fe, que nos enfrentamos siempre a las grandes dificultades (Aplausos).
 
Podrá estar seguro el pueblo de una cosa, y es que podemos equivocarnos una y muchas veces, lo único que no podrá decir jamás de nosotros es que robamos, que traicionamos, que hicimos negocios sucios, que usamos el favoritismo, que usamos los privilegios (Aplausos).  Y yo sé que el pueblo los errores los perdona, y lo que no perdona son las sinvergüencerías, y los que hemos tenido son sinvergüenzas (Aplausos).
 
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Nunca nos dejaremos arrastrar por la vanidad ni por la ambición, porque como dijo nuestro Apóstol:  “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, y no hay satisfacción ni premio más grande que cumplir con el deber como lo hemos estado haciendo hasta hoy, y como lo haremos siempre.  Y en esto no hablo en mi nombre, hablo en nombre de los miles y miles de combatientes que han hecho posible la victoria del pueblo (Aplausos).
 
Hablo del profundo sentimiento de respeto y de devoción hacia nuestros muertos, que no serán olvidados.  Los caídos tendrán en nosotros los más fieles compañeros.  Esta vez no se podrá decir, como otras, que se ha traicionado la memoria de los muertos, porque los muertos seguirán mandando.  Físicamente no están aquí Frank País, Josué País, Pepito Tey ni tantos otros, pero están moralmente, están espiritualmente; y solo la satisfacción de saber que el sacrificio no ha sido vano, compensa el inmenso vacío que dejaron en el camino (Aplausos).  Sus tumbas seguirán teniendo flores frescas.  Sus hijos no serán olvidados, porque los familiares de los caídos serán ayudados (Aplausos).
 
Los rebeldes no cobraremos sueldo por los años que hemos estado luchando.  Y nos sentimos orgullosos de no cobrar sueldos por los servicios que le hemos prestado a la Revolución; en cambio, es posible que sigamos cumpliendo nuestras obligaciones sin cobrar sueldos, porque si no hay dinero, ¡no importa!, lo que hay es voluntad, y hacemos lo que sea necesario (Aplausos).
 
Pero también quiero aquí repetir lo que dije en La historia me absolverá, y es que también velaremos porque no les falten el sustento, ni la asistencia, ni la educación a los hijos de los militares que han caído luchando contra nosotros, porque ellos no tienen culpa de los horrores de la tiranía (Aplausos). Y seremos generosos con todos porque, repito, que aquí no ha habido vencidos sino vencedores. Serán castigados solo los criminales de guerra, porque ese es un deber ineludible con la justicia (Aplausos).  Y ese deber puede tener la seguridad el pueblo de que lo cumpliremos. Y cuando haya justicia, no habrá venganza. Para que el día de mañana no haya atentados contra nadie tiene que haber justicia hoy.  Como habrá justicia no habrá venganza ni habrá odio. El odio lo desterraremos de la República, como una sombra maldita que nos dejó la ambición y la opresión (Aplausos).
 
Triste es que se hayan escapado los grandes culpables.  No faltan miles de hombres que quieran perseguirlos, pero nosotros tenemos que respetar las leyes de otros países.  A nosotros nos sería fácil porque voluntarios tenemos de sobra para ir a perseguir a esos delincuentes, y hombres que estén dispuestos a jugarse la vida.  Pero no queremos aparecer como un pueblo que viole las leyes de los demás pueblos; las respetaremos mientras se respeten las nuestras. Pero sí advierto que si en Santo Domingo se ponen a conspirar contra la Revolución (Gritos de: “¡Trujillo!”).  Sí, Trujillo.  Yo había pensado, en alguna ocasión, que Trujillo nos había hecho daño vendiéndole armas a Batista, y el daño que le hizo no fue porque vendiera armas, sino porque vendiera armas tan malas que cuando cayeron en nuestras manos no servían para nada (Risas y aplausos). Sin embargo, vendió bombas, y con las bombas fueron asesinados muchos campesinos.  No dan ni deseos de devolverle las carabinas porque no sirven, sino de devolverle algo mejor.
 
Es lógico, en primer término, que los perseguidos políticos de Santo Domingo tendrán aquí su mejor casa y su mejor asilo.  Y los perseguidos políticos de todas las dictaduras tendrán aquí su mejor casa y la mayor comprensión, porque nosotros hemos sido perseguidos políticos.
 
Si Santo Domingo se convierte en arsenal de la contrarrevolución, si Santo Domingo se convierte en base de conspiraciones contra la Revolución Cubana, si esos señores se dedican desde allá a hacer conspiraciones, más vale que se vayan pronto de Santo Domingo, porque allí no van a estar tampoco muy seguros (Aplausos).  Y no seremos nosotros, que nosotros no tenemos que meternos en los problemas de Santo Domingo, es que los dominicanos han aprendido el ejemplo de Cuba, y las cosas se van a poner por allí muy serias (Aplausos).  Los dominicanos han aprendido que es posible pelear contra la tiranía y derrotarla, y ese ejemplo es lo que más temían preci­samente los dictadores, el ejemplo alentador para América que acaba de producirse en nuestra patria (Aplausos).
 
Vela por el curso y el destino de esta Revolución la América entera. Toda ella tiene sus ojos puestos en nosotros.  Toda ella nos acompaña con sus mejores deseos de triunfo.  Toda ella nos respaldará en nuestros momentos difíciles.  Esta alegría de hoy no solo es en Cuba, sino en América entera. Como nosotros nos hemos alegrado cuando ha caído un dictador en la América Latina, ellos también se alegran hoy por los cubanos.
 
Debo concluir, aunque sea enorme el cúmulo de sentimientos y de ideas que con el desorden, el bullicio y la emoción de hoy acuden a nuestra mente.  Decía —y quedó sin concluir aquella idea— que habría justicia, y que era lamentable que hubiesen escapado los grandes culpables, por culpa de quienes ya sabemos, porque el pueblo sabe quién tiene la culpa de que se hayan escapado; y que vinieran a dejar aquí, no voy a decir a los más infelices, pero sí a los más torpes, a los que no tenían dinero, a los hombres de fila que obedecieron las órdenes de los grandes culpables.  Dejaron escapar a los grandes culpables para que el pueblo saciase su ira y su indignación con los que tienen menos responsabilidad. Aunque está bien que se les castigue ejemplarmente, para que aprendan.
 
Siempre pasa lo mismo, el pueblo les advierte que los grandes se van y ellos se quedan, y sin embargo, siempre pasa lo mismo, los grandes se van y ellos se quedan, pues que se castiguen también (Aplausos).  Si los grandes se van tendrán también su castigo.  Duro, muy duro es tener que vivir alejado de la patria por toda la vida, porque, cuando menos, serán condenados al ostracismo por toda la vida los criminales y los ladrones que han huido precipitadamente.
 
¡Quién viera por un agujero —como dice el pueblo— al señor Batista en estos momentos!  ¡Al guapo, al hombre soberbio que no pronunciaba un solo discurso si no era para llamar cobardes, y miserables y bandidos a todos los demás!  Aquí ni siquiera se ha llamado bandido a nadie, aquí no reina ni se respira el odio, la soberbia ni el desprecio, como en aquellos discursos de la dictadura. Aquel hombre que dice que cuando entró en Columbia llevaba una bala en la pistola (Gritos), se marchó en horas de la madrugada en un avión, con una bala en la pistola (Gritos).  Quedó demostrado que los dictadores no son tan temibles ni tan suicidas, y que cuando llega la hora en que están perdidos huyen cobardemente. Lo lamentable realmente es que haya escapado cuando pudiera haber sido hecho prisionero, y si hacemos prisionero a Batista le hubiéramos quitado los 200 millones de pesos que se robó (Aplausos).  ¡Reclamaremos el dinero téngalo donde lo tenga!  (Aplausos) porque no son delincuentes políticos, sino delincuentes comunes.  Y vamos a ver los que aparezcan en las embajadas, si es que el señor Cantillo no les ha dado ya salvoconducto. Vamos a distinguir entre los delincuentes políticos y los delincuentes comunes.  Asilo para los delincuentes políticos, nada para los delincuentes comunes. Tienen que ir ante los tribunales y demostrar que son delincuentes políticos, y si se demuestra que son delincuentes comunes, que los entreguen a las autoridades (Gritos de: “¡Mujal, Mujal!”). Y Mujal, a pesar de lo grande y lo gordo que es, no se sabe dónde está en este momento (Gritos).  Nadie tiene noticias.  ¡Cómo han huido! ¡Yo no me explico cómo ustedes se acuerdan todavía de esos infelices!  (Risas).  Por fin el pueblo se libró de toda esa canalla.  
 
Ahora hablará el que quiera, bien o mal, pero hablará el que quiera.  No es como ocurría aquí, que hablaban ellos solos y hablaban mal (Gritos).  Habrá libertad absoluta porque para eso se ha hecho la Revolución; libertad incluso para nuestros enemigos; libertad para que nos critiquen y nos ataquen a nosotros; que siempre será un placer saber que nos combaten con la libertad que hemos ayudado a conquistar para todos (Aplausos). Nunca nos ofen­deremos, siempre nos defenderemos y seguiremos solo una norma:  la norma del respeto al derecho y a los pensamientos de los demás.
 
Esos nombres que se han mencionado aquí, esa gente, Dios sabe en qué embajada, en qué playa, en qué barco, adónde han ido a parar.  Bástenos saber que nos hemos librado de ellos, y que si tienen alguna casita, alguna finquita, o alguna vaquita por ahí; la tendremos sen­cillamente que confiscar.
 
Porque debo advertir que los funcionarios de la tiranía, los representantes, los senadores, los alcaldes, los que no han robado particularmente, pero que han cobrado los sueldos, tendrán que devolver hasta el último centavo de lo que han cobrado en estos cuatro años, porque han cobrado ilegalmente y tendrán que devolverle a la República el dinero que han cobrado todos esos senadores, y todos esos representantes; y si no lo devuelven, les confiscaremos las propiedades que tengan.
 
Esto, aparte de lo que se hayan robado, porque el que haya robado, a ese no le quedará nada del producto del robo, porque esa es la primera ley de la Revolución.  No es justo que se mande a prisión a un hombre que se robó una gallina, o un guanajo, y que los que se roban millones de pesos estén encantados de la vida por ahí.  ¡Que se anden con cuidado!  (Aplausos).  Y que anden con cuidado los ladrones de hoy y de ayer.  Que anden con cuidado porque la ley revolucionaria puede caer sobre los hombros de todos los culpables de todos los tiempos, porque la Revolución llega al triunfo sin compromisos con nadie en absoluto, sino con el pueblo, que es al único al que debe su victoria (Aplausos).
 
Voy a terminar (Gritos de: “¡No!”).  Voy a terminar por hoy (Gritos de:  “¡No!”).  Bueno, recuerden que tengo que marchar inmediatamente, es mi obligación, y ustedes llevan muchas horas parados (Gritos de: “¡No, no!”).
 
Veo tantas banderas blancas, rojas y negras en los vestidos de nuestras compañeras, que realmente se nos hace duro abandonar esta tribuna, donde hemos experimentado, todos los que estamos aquí presentes, la más grande emoción de nuestras vidas (Gritos y aplausos).
 
No podemos menos que recordar a Santiago de Cuba con entrañable cariño.  Las veces que nos reunimos aquí, un mitin allá en la Alameda, un mitin acá en una avenida (Gritos de: “¡Trocha!”).  En Trocha, donde dije un día que si nos arrebataban los derechos por la fuerza cambiaríamos las escobas por los fusiles, y culparon a Luis Orlando de aquellas declaraciones, yo me callé la boca.  En el periódico salió que era Luis Orlando el que las había hecho, y era yo el que las había hecho; pero no estaba muy seguro de si estaban bien hechas, porque en aquella época no había... (Risas).  Y resultó que tuvimos que cambiarlo todo: los estudiantes, sus libros y sus lápices por los fusiles; los campesinos, sus aperos de labranza por el fusil, y todos tuvimos que cambiarlo todo por el fusil. Afortunadamente, la tarea de los fusiles ha cesado.  Los fusiles se guardarán donde estén al alcance de los hombres que tendrán el deber de defender nuestra soberanía y nuestros derechos.
 
Pero, cuando nuestro pueblo se vea amenazado, no pelearán solo los 30 000 ó 40 000 miembros de las Fuerzas Armadas, sino pelearán los 300 000, 400 000 ó 500 000 cubanos, hombres y mujeres que aquí pueden coger las armas (Gritos y aplausos).  Habrá armas necesarias para que aquí se arme todo el que quiera combatir cuando llegue la hora de defender nuestra independencia (Aplausos). Porque está demostrado que no solo pelean los hombres, sino pelean las mujeres también en Cuba (Aplausos), y la mejor prueba es el pelotón Mariana Grajales, que tanto se distinguió en numerosos combates (Aplausos). Y las mujeres son tan excelentes soldados como nuestros mejores soldados hombres (Aplausos).
 
Yo quería demostrar que las mujeres podían ser buenos soldados. Al principio la idea me costó mucho trabajo, porque existían muchos prejuicios.  Había hombres que decían que cómo mientras hubiera un hombre con una escopeta se le iba a dar un fusil a una mujer.  ¿Y por qué no?
 
Yo quería demostrar que las mujeres podían ser tan buenos soldados, y que existían muchos prejuicios con relación a la mujer, y que la mujer es un sector de nuestro país que necesita también ser redimido, porque es víctima de la discriminación en el trabajo y en otros muchos aspectos de la vida (Aplausos).
 
Organizamos las unidades de mujeres, que demostraron que las mujeres pueden pelear.  Y cuando en un pueblo pelean los hombres y pueden pelear las mujeres, ese pueblo es invencible.
 
Mantendremos organizadas las milicias o la reserva de combatientes femeninas, y las mantendremos entrenadas, todos los voluntarios. Y estas jóvenes que hoy veo con los vestidos negro y rojo, del 26 de Julio, yo aspiro a que aprendan también a manejar las armas (Aplausos).
 
Y esta Revolución, compatriotas, que se ha hecho con tanto sacrificio, ¡nuestra Revolución!, ¡la Revolución del pueblo es ya hermosa e indestructible realidad!  ¡Cuánto motivo de fundado orgullo!  ¡Cuánto motivo de sincera alegría y esperanza para todo nuestro pueblo!  Yo sé que no es aquí solo en Santiago de Cuba, es desde la punta de Maisí hasta el cabo de San Antonio.
 
Ardo en esperanzas de ver al pueblo a lo largo de nuestro recorrido hacia la capital, porque sé que es la misma esperanza, la misma fe de un pueblo entero que se ha levantado, que soportó paciente todos los sacrificios, que no le importó el hambre; que cuando dimos permiso tres días para que se restablecieran las comunicaciones, para que no pasara hambre, todo el mundo protestó (Aplausos). Es verdad, porque lo que querían era lograr la victoria costara lo que costara. Y este pueblo bien merece todo un destino mejor, bien merece alcanzar la felicidad que no ha logrado en sus 50 años de República; bien merece convertirse en uno de los primeros pueblos del mundo, por su inteligencia, por su valor, por su espíritu (Aplausos).
 
Nadie puede pensar que hablo demagógicamente, nadie puede pensar que quiero halagar al pueblo.  He demostrado suficientemente mi fe en el pueblo, porque cuando vine con 82 hombres a las playas de Cuba, y la gente decía que nosotros estábamos locos y nos preguntaban que por qué pensábamos ganar la guerra, yo dije: “porque tenemos al pueblo” (Aplausos).
 
Y cuando fuimos derrotados la primera vez, y quedamos un puñado de hombres, y persistimos en la lucha, sabíamos que esta sería una realidad, porque creíamos en el pueblo.  Cuando nos dispersaron cinco veces en el término de 45 días, y nos volvimos a reunir y reanudar la lucha, era porque teníamos fe en el pueblo; y hoy es la más palpable demostración de que aquella fe era fundamentada (Aplausos).
 
Tengo la satisfacción de haber creído profundamente en el pueblo de Cuba y de haberles inculcado esa fe a mis compañeros. Esa fe, que más que una fe es una seguridad completa en todos nuestros hombres. Y esa misma fe que nosotros tenemos en ustedes es la fe que nosotros queremos que ustedes tengan en nosotros siempre (Aplausos).
 
La República no fue libre en el 95 y el sueño de los mambises se frustró a última hora.  La Revolución no se realizó en el 33 y fue frustrada por los enemigos de ella.  Esta vez la Revolución tiene al pueblo entero, tiene a todos los revolucionarios, tiene a los militares honorables.  ¡Es tan grande y tan incontenible su fuerza, que esta vez el triunfo está asegurado!
 
Podemos decir con júbilo que en los cuatro siglos de fundada nuestra nación, por primera vez seremos enteramente libres (Aplausos), y la obra de los mambises se cumplirá (Aplausos).
 
Hace breves días, el 24 de diciembre, me fue imposible resistir la tentación de ir a visitar a mi madre, la que no veía desde hacía varios años.  Cuando regresaba por el camino que cruza a través de los Mangos de Baraguá, en horas de la noche, un sentimiento de profunda devoción a los que viajábamos en aquel vehículo, nos hizo detener allí, en aquel lugar donde se levanta el monumento que conmemora la Protesta de Baraguá y el inicio de la Invasión.  En aquella hora, la presencia en aquellos sitios, el pensamiento de aquellas proezas de nuestras guerras de independencia, la idea de que aquellos hombres hubiesen luchado durante 30 años para no ver logrados sus sueños, para que la República se frustrara, y el presentimiento de que muy pronto la Revolución que ellos soñaron, la patria que ellos soñaron sería realidad, nos hizo experimentar una de las sensaciones más emocionantes que puedan concebirse.
 
Veía revivir aquellos hombres con sus sacrificios, con aquellos sacrificios que nosotros hemos conocido también de cerca. Pensaba en sus sueños y sus ilusiones, que eran los sueños y las ilusiones nuestras, y pensé que esta generación cubana ha de rendir, y ha rendido ya, el más fervoroso tributo de reconocimiento y de lealtad a los héroes de nuestra independencia.
 
Los hombres que cayeron en nuestras tres guerras de independencia juntan hoy su esfuerzo con los hombres que han caído en esta guerra; y a todos nuestros muertos en las luchas por la libertad podemos decirles que por fin ha llegado la hora en que sus sueños se cumplan.
 
Ha llegado la hora de que al fin ustedes, nuestro pueblo, nuestro pueblo bueno y noble, nuestro pueblo que es todo entusiasmo y fe; nuestro pueblo que quiere de gratis, que confía de gratis, que premia a los hombres con cariño más allá de todo merecimiento, tendrá lo que necesita (Aplausos). Y solo aquí me resta decirles, con modestia, con sinceridad, con profunda emoción, que aquí en nosotros, en sus combatientes revolucionarios, tendrán siempre servidores leales, que solo tendrán por divisa servirles (Aplausos).
 
Hoy, al tomar posesión de la presidencia de la República el doctor Manuel Urrutia Lleó, el magistrado que dijo que la Revolución era justa (Aplausos), pongo en sus manos las facultades legales que he estado ejerciendo como máxima autoridad dentro del territorio liberado, que ya es hoy toda la patria; asumiré, sencillamente, las funciones que él me asigne.  En sus manos queda toda la autoridad de la República (Aplausos).
 
Nuestras armas se inclinan respetuosas ante el poder civil en la República civilista de Cuba (Aplausos). No tengo que decirle que esperamos que cumpla con su deber, porque sencillamente estamos seguros de que sabrá cumplirlo. Al presidente provisional de la República de Cuba cedo mi autoridad; y le cedo en el uso de la palabra al pueblo.  Muchas gracias.
 
Nota:

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