Para siempre en nuestros corazones

Por: María Luisa García Moreno
19 de Mayo de 2025

Ilustración: Obra original del artista de la plástica Esteban Valderrama

 

A media mañana del 19 de mayo, el general en jefe Máximo Gómez Báez y sus hombres llegaron a Las Bijas, campamento del general Bartolomé Masó Márquez, donde desde el día anterior se hallaba el también mayor general y delegado del Partido Revolucionario Cubano, José Martí. Dicho campamento estaba situado al otro lado del Contramaestre. Poco antes del mediodía, una columna española avanzó sobre el lugar.Los mambises salieron a combatir;pero el adversario, bien situado, recibió a la caballería insurrecta con un nutrido fuego.

 

Martí, desoyendo las indicaciones de Gómez, se incorporó, resuelto, al combate, y avanzó hacia el enemigo, seguido por el jovencito Ángel de la Guardia.Su inexperiencia en el  combate no le permitió comprender que marchaba justo hacia el centro del fuego español: atravesó el Contramaestre por el paso de Santa Úrsula y cayó, entre un dagame y un fustete, en tierra cubana, en la finca Dos Ríos. Había recibido tres impactos de bala, dos de ellos mortales: en el cuelloy en el pecho.

 

Su cadáver no pudo ser rescatado y quedó en poder del enemigo;pero justo en el sitio donde se produjo su caída en combate, Gómez y los patriotas que lo acompañaban crearon con piedras un túmulo en su honor, similar al que acostumbran a hacer los indígenas latinoamericanos.

 

El cadáver de José Martí fue sepultado, en el poblado de Remanganagua, adonde había arribado la fuerza del general peninsular José Ximénez Sandoval. Fue enterrado sin ataúd, con el cuerpo de un soldado español encima y luego de ser saqueado.

 

Días después, una vez que los hispanos comprobaron la jerarquía del fallecido, sus restos fueron exhumados, colocados en un ataúd y exhibidos públicamente en la estación de San Luis,desde donde se le trasladaría a Santiago de Cuba.

 

El 26 de mayo, llegó su cadáver a Santiago y, el 27, ocho días después de su caída en combate, se le dio sepultura en el nicho 134 de la Galería Sur de la necrópolis de Santa Ifigenia.

Como su deber le mandaba, José Martí se había lanzado al combate y había caído de cara al sol. Quien levantara la guerra necesaria «[…] para salvar la independencia amenazada de las Antillas libres, la independencia amenazada de la América libre, y la dignidad de la república norteamericana […]»,no podía permanecer impasible ante el fuego de la lucha. Estaba convencido deque esto era «tarea de grandes»[1] y se sentía grande, inmenso ensu amor a la Patria y su disposición al sacrificio.

 

Con su muerte, perdía Cuba al más lúcido de sus hijos, al combatiente, al organizador, al político, al maestro, al escritor, al periodista, al hombre culto y capaz que había echado sobre sus hombros la guerra necesaria y calado, como nadie, en la esencia rapaz del imperialismo norteamericano.

 

Quizás algunos se sorprendan de que, a 130 años de su caída en combate, su memoria permanezca tan viva; pero, como decía nuestro Poeta Nacional Nicolás Gui­llén: «Los grandes muertos son inmorta­les: no mueren nunca. Parece que se marchan; parece que se los llevan, que se pudren, que se deshacen. Pen­samos que la última tierra que les llena la boca va a enmudecerlos para siempre. Pero la lengua […] expulsa un árbol gigantesco, un árbol duro, cargado de plumas y de nidos».[2]

 

Cuando el 19 de mayo de 1895 nuestro Martí cayó en combate por la libertad patria, quedó para siempre sembrado en el corazón de cada cubano digno. Agradecidos, los cubanos de hoy le rendimos homenaje de gratitud, admiración y respeto, y pro­curamos seguir su ejemplo.

 

 


[1]José Martí: “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”, Patria, el 17 de abril de 1894, en Obras completas, t. 3, Centrode Estudios Martianos, Colección digital, La Habana, 2007, p. 143.

[2]Nicolás Guillén: Elegía a Jesús Menéndez,Editorial de Letras Cubanas, La Habana, 1982, p. 33.