Martí ¿diplomático?

Por: María Luisa García Moreno
18 de Abril de 2022

Retrato de Martí en Washington en 1891, publicada en Patria, el 9 de julio de 1892

Aunque desde abril de 1887, Martí se desempeñó como cónsul general de la República de Uruguay en Nueva York, fue entre 1889-1891 que su labor como tal alcanzó relieve: el 2 de octubre de 1889 fue inaugurada en Washington la Conferencia Internacional Americana,1 precursora del panamericanismo —no el postulado por Bolívar, sino el panamericanismo a lo yanqui—, realizada con la evidente in­tención de convertir nuestra América en su patio trasero. Sobre esta conferencia, en las diferentes cró­nicas aparecidas por esos días en el diario ar­gentino La Nación, la denuncia martiana adoptó tintes dramáticos a causa de su profunda preo­cupación por el destino de nuestra América: “De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora [...] urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia”.2

 

El 19 de diciembre pronunció su bello discurso conocido como “Madre América” en la velada ofrecida en honor de los delegados. En esta trascendente pieza oratoria, Martí declara­ba que el “poema de 1810” —la independencia de América— estaba inconcluso, pues aún no habían alcanzado su libertad Cuba y Puerto Rico, que serían su “última estrofa”. Y añadió: “[…] por gran­de que esta tierra sea, y por ungida que esté para los hombres libres la América en que nació Lincoln, para nosotros […] sin que nadie […] nos lo pueda tener a mal, es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juárez”.Además estableció una clara dife­renciación entre las dos Américas: “Del aradonació la América del Norte y la Española, del perro de presa”.3

 

Fue tanta la preocupación de Martí por estos sucesos que enfermó; el médico le mandó reposo y viajó por unos días a los montes Castkill, donde escribió la mayor parte de sus Versos sencillos, incluido el prólogo, todo denuncia: “[...] ¿Cuál de nosotros ha olvidado aquel escudo, el escudo en que el águila de Mon­terrey y de Chapultepec, el águila de López y de Walker, apretaba en sus garras los pa­bellones todos de la América? Y la agonía en que viví, hasta que pude comprobar la cautela y el brío de nuestros pueblos […].4

 

En marzo de 1890 viajó a Washington por dos días y se entrevistó con al­gunos delegados a la Conferencia Internacional Americana. En julio, 24 y 30 respectivamente, fue nombrado cónsul delas Repúblicas Argentina y Paraguay en Nueva York y, en diciembre el Gobierno de Uruguay lo nombró su representante en la Comisión Mone­taria Internacional Americana que sesionaría en Washington, lo que informó al secretario de Es­tado yanqui, a quien solicitó las instrucciones y los documentos acreditativos.

 

Sin embargo, su labor no fue fácil: primero ignoraron su carta y luego, mediante un acuse de recibo, se le comunicó que no se le reconocía como delega­do. El 17 de enero envió al Departamento de Es­tado los documentos expedidos por el Go­bierno uruguayo, de modo que no les quedó otra opción que extenderle la acreditación correspon­diente. Por ello no estuvo presente en la sesión inau­gural (7 de enero de 1891); pero sí a partir de la segunda (4 de febrero) y participó en los debates; se le designó integrante de la comisión formada por los representantes de Chile, Brasil, Argentina y Colombia, además de Uruguay.

 

En sus cartas a La Nación, de Buenos Aires, denunció el afán imperialista de impedir las relaciones económicas de nuestros pueblos con las naciones europeas: “El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el co­mercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno”.5

 

Terminada su labor en la Comisión Monetaria, Martí confirmó el peligro que corría América. Por eso, “[...] la pluma y la palabra que han sido siem­pre en él poderosas armas, ya no le van a bastar para lo que tiene que acometer sin tardar. ¿La prédica? Sí; pero a caballo y en busca de los jinetes que aguardan impa­cientes en los corazones”.6

 

El 10 de octubre de 1891 pronunció en homenaje a la fecha patria, un discurso en Hardman Hall que provocó la protesta del cónsul español, quien consideró que el representante de las repúblicas suramericanas se proyectaba como un enemigo de España. Al día siguiente, Martí renunció a los consulados, lo que puso fin a su labor diplomática.

 

Referencias:

 

  1. Tras la apertura, los delegados iniciaron una gira por el país anfi­trión con el fin de apreciar sus “maravillas”. Las sesiones se reanudaron el 18 de noviembre de ese año y la clausura tuvo lugar el 19 de abril de 1890.
  2. José Martí: “Congreso Internacional de Washington. Su histo­ria, sus elementos y sus tendencias”, Carta al director de La Nación, 2 de noviembre de 1889, en Obras completas, t. 6, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, p. 46.
  3. ______: “Madre América”, en ob. cit., t. 6, pp. 134 y 136.
  4. _______: “Prólogo”, Versos sencillos, en ob. cit., t. 6, p. 143. Cuando habla de Monterrey y de Chapulte­pec alude a la agresión a México, en la que esta nación hermana perdió más del 50 % de su territorio. William Walker y Narciso López son dos notorios anexionistas.
  5. José Martí: “La Conferencia Monetaria de las repúblicas de América”, en ob. cit., t. 6, p. 160.
  6. Herminio Almendros: Nuestro Martí, Pueblo y Educación, La Habana, 1997, p. 69