Los dibujos de José Martí
Al pensar en Martí, vienen a nuestra mente el patriota, el creador del Partido Revolucionario Cubano, el organizador de la guerra necesaria, el héroe que cayó en combate. O el periodista y escritor de innumerables obras, el formidable orador, el pensador capaz de traspasar las fronteras de su tiempo.
Sin embargo, no debe olvidarse que tras ese personaje hay un ser humano con capacidades extraordinarias, pero también con virtudes y defectos, pasiones y anhelos, muchas veces insatisfechos por las complejas circunstancias en que transcurrió su vida.
Joven de extraordinaria sensibilidad artística, en septiembre de 1867 matriculó —a la vez que su primer año de bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza, ubicado entonces en el convento de Santo Domingo y dirigido por Antonio Bachiller y Morales— en la clase de dibujo elemental de la Escuela Profesional de Pintura y Escultura de San Alejandro —por esa época radicaba en la calle Dragones no. 62 (hoy 308)—1; pero causó baja muy poco después por falta de recursos.
Pese a que no pudo llevar adelante esos estudios, nos legó una serie de dibujos, que constituyen un reflejo de sus emociones: autorretratos de gran fuerza expresiva, pequeños y detallados dibujos de vasijas y piezas prehispánicas, incluida la escultura en piedra, conocida como Chac-Mool2, que pudo apreciar cuando en 1877, tras su viaje a Cuba bajo el nombre de Julián Pérez con el fin de preparar el regreso de su familia, pudo visitar las fabulosas ciudades mayas Chichen Itzá y Uxmal. Algunas figuras aparecen en los márgenes o la parte posterior de una hoja de papel, como la estatua de la Libertad, que tan interesantes reflexiones le provocara3.
Sus dibujos son un modo de decir lo que siente; por, eso, no podían faltar las palmas de su Cuba añorada. Pudo haber sido un buen dibujante. Tenía aptitudes e interés. La vida no se lo permitió.
Referencias:
[1] Allí radica hoy la secundaria básica Sergio González y una placa precisa que, desde 1857 y hasta 1961, funcionó allí San Alejandro.
2 En la lengua maya, “gran jaguar rojo”. Es una figura humana, masculina, reclinada hacia atrás, con las piernas recogidas y las rodillas flexionadas, la cabeza girada a un lado en ángulo recto, con la vista hacia el templo del sitio arqueológico en que se encuentre. El primero fue encontrado en Chichén Itzá, Yucatán, en 1874; más adelante se han hallado otras 14 esculturas. En los jardines de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) se encuentra una de las más originales esculturas del Apóstol, realizada por el artista de la plástica René Negrín; reproduce el autorretrato en el que Martí se dibuja a sí mismo como Chac-Mool. Según afirmó Eusebio Leal en la inauguración de la obra, “Fue él mismo el que hizo el retrato, fue él mismo el que se vio en el espejo, él se vio Chac-Mool, es decir se vio América”.
3 Véase su “Carta al director de La Nación”, fechada el 28 de octubre de 1886 y publicada el 1.o de enero de 1887, en Obras completas, t. 11, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, pp. 97-115.