León con alma de hombre

Por teniente coronel Alexis Carrero Preval
05 de Julio de 2021

Foto: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

La visión de guerrero que del mayor general José Marcelino Maceo Grajales se posee, en ocasiones ha obstaculizado la entera comprensión de los valores presentes en su personalidad y que llegaron a convertirlo en un león con alma de hombre.

 

José creció sano y fuerte por el ejercicio constante que da el trabajo en el campo; en las impresiones que causaron sus características físicas podemos encontrar elementos de su personalidad, “[…] es un negro alto y robusto […] una mirada bondadosa y a la vez enérgica, en la que se descubre su alma buena y amorosa”.

 

Aparecen enraizadas en su conciencia las categorías fidelidad y patriotismo. Estas se ven reflejadas al estar ligado durante 28 años al proceso independentista contra el colonialismo español, participar en la Protesta de Baraguá y ser, además, iniciador de la nombrada Guerra Chiquita, junto a otros paladines.

 

Resalta en él su profundo humanismo, relacionado con la justicia social, los que unidos quedan materializados en la apreciación hecha por Máximo Gómez: “Descubrí en él la grande y noble gratitud del león que la historia cuenta, y entendí la grandeza de su valor admirable e intrépido cual ninguno, por su generosidad y su amor a las mujeres y a los niños. El español más cruel, rendido al general en mitad de la refriega más sangrienta, podía contar con la vida”.

 

En José estarán también presentes cualidades estéticas: “[...] Da su aspecto intelectual más simpático sello, su traje siempre limpio, en el que se nota la elegancia —todo lo que cabe— en los vestidos de la manigua […] Sobre la blanca blusa mambí, se asienta un cuello de seda negro, en el que dos estrellas de oro se esconden en un hermoso bordado de oro […]”.

 

También mostró inclinación por la música, de ahí que llevara siempre en operaciones una banda musical, así estimulaba el empuje de las fuerzas patrióticas, confundía al enemigo en sus operaciones y se burlaba de él. En cierta ocasión le explica en conversación a Lico Bergues, unos de sus ayudantes: “[…] sepa usted que los músicos son aquí insustituibles, si lo matan a usted, yo tengo otro hombre que ocupe su puesto; si a mí, con correr el escalafón basta para hallarme sustituto, pero si muere un músico de la banda con quién, dígame vamos a remplazarlo […]”.

 

Contrajo matrimonio con Elena González. A ella le escribe: “Mi queridísima esposa […] no sabes lo que he sufrido desde nuestra separación, pues es tan grande la falta que me haces que eso me preocupa demasiado; pero en fin, hay que conformarse hasta que Dios quiera […]”.

 

En cuanto al amor paternal, lo evidenció con el trato y afecto a los hijos Elizardo Maceo Rizo y José Maceo Barroso; de este último se conoce, que luego de su nacimiento “un asistente moverá la criatura de un lugar a otro dentro de un barril, para su protección”.

 

La pureza en el manejo de intereses públicos constituyó también cualidad distintiva en él. Máximo Gómez señaló al respecto: “Era preciso haber conocido bien a fondo el carácter de aquel hombre sin dobleces y de rústica franqueza, para poder estimarlo y estimar su cariño cuando lo demostraba. El General José Maceo era todo verdad, y por eso, para muchos aparecía amargo”.

 

 

En el análisis de las cualidades presentes en José, se destaca su expresión de amistad; la que se sustentaba en la valoración profunda de los hombres, Lino D´ou expresaría al respecto: “Por su valor, por su ingenuidad, por su ternura, por su piedad fuera del combate, José Maceo fue hombre que sembró afectos”.

 

Manifestó la valentía en el lugar y la forma de combatir; “y en aquel momento el primero entre los valientes era José Maceo que al frente de su escolta ocupaba el lugar más difícil de sostener [...]”, lugar este que lo inmortalizó con el seudónimo del León de Oriente.

 

Demostró tacto en el tratamiento a la tropa, reflejado en la forma en que le querían y seguían al combate. Atendía hombre a hombre a su Cuerpo de Ejército; de esta forma lo hace constar Martí al plantear: “De carnes seco, dulce la sonrisa: la camisa azul y negro el pantalón, cuida uno a uno de sus soldados [...]”.

 

Otras de las cualidades distintivas de José fue la disciplina; durante el período de la Guerra Chiquita, cuando las fuerzas de Mayarí lo convidan que se hiciera cargo de las operaciones militares, y le alegaron la no operatividad de Guillermón Moncada, José respondió: “[…] que como militar disciplinado, […] se veía imposibilitado a aceptar, porque ello parecería un acto de rebeldía que perjudicaría no poco los intereses de la Revolución y un mal ejemplo contrario al probado patriotismo y desinterés de que siempre habían dado patentísimas pruebas los que se honraban llevando su apellido”.

 

La actitud mantenida durante el presidio en Europa y África es muestra de que la voluntad, el optimismo y persistencia fueron partes consustanciales a su personalidad. Esto se manifestará, además, resistiendo y sobreponiéndose a sus enfermedades: “Aún lo molesta su última herida y el reuma lo hace sufrir fiebres diarias, pero no por eso se abate ni deja su puesto de honor en las marchas rudísimas y en las peleas”.

 

Existen evidencias de que José Maceo dedicó algún tiempo para interesarse por las publicaciones realizadas en la prensa de la época, incluso la extranjera que llegaba al campo insurrecto; analizaba algunos de los escritos que en ella aparecían, sobre todo los relacionados con cuestiones de la beligerancia.

 

Otros rasgos lo identificaron como el hábito de fumar, el gusto por las fiestas, la música y las lidias de gallos. En el propósito de señalar un conjunto de cualidades presentes en José Maceo, sería poco objetivo negar que fue un hombre brusco, de carácter fuerte; era además, desconfiado y poco tolerante ante las imposiciones que consideraba sin fundamento lógico.

 

Si en algo contribuye a comprender las imperfecciones que en el estudio de esta personalidad se puedan encontrar, diremos que coincidimos con el criterio expresado por Fermín Valdés Domínguez: “[…] de su vida puede decirse, que como en las alas del cisne hay polvo, pero nunca manchas”.

 

Nota:

 

Se respetó la redacción de los documentos originales.