Exilio fecundo del general Antonio Maceo

Por coronel (r) René González Barrios
06 de Diciembre de 2021

 

Al ilustre soldado de Cuba y América, Antonio Maceo y Grajales, se le identifica, en el primer pensamiento, con el general victorioso que durante diez años en la guerra de 1868 a 1878, y casi dos, entre abril de 1895 y diciembre de 1896, enfrentara con éxito en los campos de batalla de la Isla, a los mejores generales de España. El guerrero llevaba en las cicatrices del cuerpo lo mejor de su hoja de servicios y quizás un mapa de buena parte de la guerra de Cuba.

De los doce años del Maceo combatiente, mucho se ha escrito. Compañeros de armas, contemporáneos, periodistas e historiadores de distintas épocas, lo han dibujado y resaltado sus mejores valores humanos, cualidades de mando, y virtudes guerreras y cívicas. Algunos han incursionado en la profundidad de su pensamiento político, e incluso, en el análisis psicosocial del hombre. Se le ha glorificado. Poco, sin embargo, se ha escrito del político y revolucionario liberal, faro y guía del antillanismo y la unidad latinoamericana.

El universo geográfico de Antonio Maceo al comenzar la Guerra de los Diez Años, el 10 de octubre de 1868, se limitaba a Santiago de Cuba y sus alrededores. Concluida esta en mayo de 1878, su horizonte espacial abarcaba toda la provincia de Oriente, Camagüey y Las Villas, territorios últimos, donde operó bajo las órdenes del general dominicano Máximo Gómez. El cultural, se establecía sobre la base de la esmerada educación que le dieran sus padres y la influencia del padrino y maestro José Asencio de Asencio. La guerra fue excelente escuela para aprender en el trato con los hombres y sus ideas.

Durante los diez años de contienda, buscó siempre el consejo de personas cultas. A través de su deseo insaciable de autosuperación, fue adquiriendo una  sólida formación política. El general y médico Félix Figueredo, fue su consejero y amigo en la gesta, al igual que el coronel y periodista Fernando Figueredo Socarrás. Para 1878, último año de la primera guerra, Maceo se había convertido en un devorador de libros y periódicos. El breve ocio de campaña lo colmaba en la lectura. El doctor Figueredo le aconsejaba en el conocimiento de problemas políticos y sociales.

 

Por los días de la Protesta de Baraguá, 15 de marzo de 1878, leía el general Maceo, Los miserables, de Víctor Hugo. En su pasión por los libros hallaba, a decir de su biógrafo José Luciano Franco, el “[…] recreo del espíritu”.1

El contacto en los campos de Cuba con extranjeros combatientes del Ejército Libertador, influyó de manera determinante en la conformación de un ideario político cosmopolita y de una visión universal integradora. Especial impacto tuvo en él su amistad con el puertorriqueño Juan Rius Rivera, general mambí, compañero de múltiples batallas, y de Baraguá, en los instantes de la histórica protesta.

Cuando partió de Cuba, el 9 de mayo de 1878, el general Antonio Maceo, enfrentaría un universo desconocido y revelador, donde se conjugaban las diferentes corrientes de la emigración cubana, el diseminado poder e influencias de las colonias españolas en América, el espionaje español, norteamericano e inglés, las intrigas y corrientes de la política, y el entramado de la diplomacia continental.

Un general de su estirpe y magnitud no pasaría inadvertido. Sería atracción constante de mandatarios, militares, políticos, personalidades de la cultura, el comercio y la sociedad. Los pueblos lo aclamarían. Sentiría permanentemente la presión que su presencia implicaba, a favor, o en contra. La visita de Maceo a cualquier país, generaba la activación de los sistemas políticos, diplomáticos y de seguridad por cuanto él representaba: la Cuba rebelde, guerrera e indómita. La voz de Maceo movilizaba. La prensa iría tras él. No tendría momento de paz durante su exilio fecundo.

Entonces humanicemos al personaje para tener una idea cabal de su impactante magnetismo. De él diría el catalán José Miró Argenter, general mambí que fuese su jefe de Estado Mayor: “Siempre olía a limpio. En sociedad, siempre fue su trato correcto y respetuoso. Ni hipócrita ni cínico, era sincero hasta donde se lo permitía el buen gusto de no herir el amor propio de los demás. Aún en el Cuartel, jamás pronunció una palabra que pudiese parecer grosera. Ajeno a toda envidia, era refractario a intrigas y murmuraciones. Siempre le fue más fácil perdonar las ofensas que inferirlas. Su temperamento fue enérgico sin crueldades e indulgente sin debilidades. Tan cuidadoso de su honra y buena fama, ha dicho uno de sus biógrafos, que en su azarosa existencia no hubo una mancha ni un lunar. De hablar reposado y apacible, fue, como todo el que sabe escuchar, más silencioso que locuaz. Franco sin familiaridades excesivas, aunque muy pocas veces bromeaba, nunca se le vio hosco ni retraído, sino siempre caballeroso y galante, mostrando la natural distinción que tanto le enaltecía. Tenía, además, la agradabilidad de todo lo que
despierta esperanzas. Y el deseo de no desagradar”.2

Y añadía: “Poseía el general Maceo, el arte de producir grandes efectos en la imaginación de los hombres, por cuanto él mismo estaba dotado de exuberante fantasía”.3

El también general Eusebio Hernández, lo describiría como: “[…] hombre extraordinario, de fulgurante inteligencia, de acción rápida y de absoluto dominio de la colosal empresa acometida, no le temía a la muerte, y entraba en acción convencido de la victoria; sus soldados sentían y hacían cuanto él hacía y sentía”.4

Admirado por tirios y troyanos, el general Antonio llegó a Jamaica en mayo de 1878. En la consolidación del hombre-político tendría, en lo adelante, una importancia cardinal las experiencias adquiridas tras 17 años de exilio y peregrinar por varias naciones.

Muchas veces pobre, y arrastrando las pesadas cadenas de la ingratitud y la incomprensión, se movió por tierras extrañas. Sus enemigos tenían conciencia de que el héroe no dejaría de conspirar, y como le temían, no cejaron en el intento de eliminarlo, por cualquiervía. “Impertérrito, como un autómata de acero”5 a decir de un biógrafo, no se detendría en sus firmes propósitos.

Visitó el héroe ocho países, tres posesiones británicas, una danesa, y la isla de Cuba. Si hacemos un resumen de la fecundidad de su exilio, podemos afirmar en lo: Político, tuvo oportunidad de ser un hombre de Estado y tratar permanentemente con personalidades de primer nivel en todos los países visitados. Conoció las interioridades y complejidades de relaciones políticas latinoamericanas, incluido el papel y lugar de la iglesia y de los diferentes grupos de poder. Como mediador, aprendió y ejerció la diplomacia, y en sus estudios autodidactas, las ciencias políticas.

En Haití, Santo Domingo, Panamá, Honduras, Costa Rica y en el propio Estados Unidos, conoció el alcance de los tentáculos de la potencia del Norte. El exilio le permitió madurar y radicalizar su pensamiento antillanista, antimperialista, y consolidar su condición de masón.

Cultural, tuvo la ocasión de saciar su sed de lectura y conocimientos en los diferentes campos del saber. Practicó el periodismo y ratificó sus conceptos del valor de esta arma. Apreció la música, el baile, la poesía y el teatro. Fue un hombre de mundo.

Social, conoció los grandes contrastes y diferencias del continente, y el funcionamiento de las élites de poder en las sociedades latinoamericanas. Supo del rigor del trabajo agrícola, obrero y administrativo. Labró un pensamiento de integración social a partir de las riquezas del trabajo conjunto.

Económico, conformó colonias agrícolas como proyectos de desarrollo socio-económico en Jamaica, Honduras, y Costa Rica. Conoció y ejecutó administración militar durante su generalato hondureño, y aprendió como contratista en las obras del canal de Panamá, el trabajo de las grandes empresas.

 

Militar, adquirió experiencias en el mando de tropas y plazas militares entiempo de paz, y la ejecución de grandes ejercicios y maniobras; organizó paradas militares, estudió historia y arte militar, preparó expediciones, combatió el espionaje y los atentados de que fue víctima, y aprendió el complejo arte del trabajo secreto.

Los diecisiete años de exilio del general Antonio Maceo fueron, a la vez, fragua y forja de un carácter y un estadista.
 

Referencias:

1 José Luciano Franco: Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p. 119.

2 Leonardo Griñán de Peralta: Maceo. Análisis caracterológico, Edición del cincuentenario de la República de Cuba, La Habana, 1952, p. 45.

3 José Miró Argenter: Crónicas de la guerra, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, p. 252.

4 Eusebio Hernández: Maceo. Dos conferencias históricas, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1968, p. 81.

5 C. González Naredo: Antonio Maceo ciudadano, Imprenta Mundo Masónico, La Habana, 1947, p. 7.
 

EL PEREGRINAR DEL GENERAL ANTONIO ABARCÓ EL SIGUIENTE PERIPLO:

  • 10 de mayo 1878, arribó a Kingston, Jamaica, procedente de Santiago de Cuba.
  • 30 de ese mes llegó a Nueva York.
  • 15 de junio, regresó a Kingston donde permaneció hasta el 12 de septiembre de 1879, quepasó a Haití.
  • 7 de enero de 1880, se trasladó a Saint Thomas, colonia danesa.
  • 11 de febrero, partió hacia Puerto Plata, Santo Domingo, de donde, a principios de marzo, pasó a Islas Turkas, posesión británica, de allí a Cabo Haitiano y el 20 regresó a Puerto Plata.
  • 3 de julio, se encuentra nuevamente en Cabo Haitiano, y el 4 en Islas Turkas.
  • 22 de septiembre, pasó a Kingston.
  • Junio de 1881, partió a Costa Rica.
  • 17 de julio, llegó a Amapala, Honduras, permaneciendo en ese país hasta el 2 de agosto de1884, que embarcó rumbo a Nueva Orleans, Estados Unidos.
  • 11 de septiembre, visitó Cayo Hueso y el 1o de octubre arribó a Nueva York.
  • 13 de noviembre, llegó a Veracruz, México y el 17 a Ciudad de México; en diciembre regresó a Nueva Orleans.
  • Marzo de 1885, nuevamente viajó a Veracruz, y de allí a Progreso y Mérida, en Yucatán.
  • Mayo, se encuentra en Nueva Orleans.Primera quincena de agosto, arribó a Kingston.
  • Septiembre, pasó a Colón, Panamá. Ese mismo mes viajó a Nueva York; en noviembre a Cayo Hueso; y en diciembre regresó a Nueva York.
  • Primera semana de enero de 1886, pasó a Kingston, y a fines de ese mes y hasta mayo, se estableció en Colón.
  • Junio, regresó a Kingston y en noviembre nuevamente a Colón.
  • Enero de 1888, visitó Lima, Perú; un mes después regresó a Panamá.
  • Noviembre de 1889, viajó por segunda vez a Haití.
  • 29 de enero de 1890, arribó a Santiago de Cuba; el 5 de febrero estuvo en La Habana y en julio nuevamente en Santiago de Cuba, de donde partió el 30 de agosto rumbo a Kingston.
  • Septiembre, viajó a Nueva York y ese mismo mes regresó a Kingston.
  • Febrero de 1891, pasó a Costa Rica.
  • Febrero de 1892, viajó a Nueva York regresando ese mismo mes a Costa Rica.
  • 25 de marzo de 1895, partió desde Puerto Limón hacia Cuba; el 30 hizo escala en Islas Fortuna.

1o. de abril, desembarcó en Duaba, Cuba.