¡La esclavitud de los hombres es la gran pena del mundo!

Por María Luisa García Moreno
14 de Abril de 2022

Ilustración: Luis Bestard Cruz

En el hogar de los Martí se vivían días de angustia, pues de nuevo, el padre había quedado cesante. El pequeño Pepe sentía la pena familiar y ayudaba en los quehaceres domésticos y en el cuidado desus hermanitas para aliviar las preocupaciones de sus padres. Sólo la escuela—ya por entonces estudiaba en San Anacleto— y la lectura le ofrecíanun poco de contento.

 

Al fin, en abril de 1862, el padre pudo conseguir un empleo como agente de la autoridad en una finca cañera y marchó hacia Hanábana, en Colón, Matanzas, acompañado de su primogénito. El niño se sintió feliz en aquel contacto estrecho con la exuberante naturaleza cubana. Aprendió cuanto pudo, hizo amigos entre los humildes campesinos y estrechó relaciones con el padre, quien, resueltos los agobiantes problemas de la subsistencia, se mostraba más cariñoso.

 

Sin embargo, una pena profunda afectaba a Pepito: le dolía la esclavitud y sufría en carne propia la desgraciada vida del esclavo: el niño se horrorizó cuando vio azotar a un negro y las terribles imágenes de la esclavitud quedarían para siempre grabadas en su mente y en su corazón. Mucho después en sus Versos sencillos recordaría:

 

“[...] El temporal sacudía / los barracones henchidos: / una negra con su cría / pasaba dando alaridos.

 

“Rojo como en el desierto, / salió el Sol al horizonte: / y alumbró a un esclavo muerto, / colgado a un seibo del monte.

 

“Un niño lo vio: tembló / de pasión por los que gimen: / y, al pie del muerto juró / lavar con su vida el crimen!”1

 

Allí en Hanábana permanecieron hasta diciembre. En enero de 1863 su padre fue despojado injustamente del cargo, acusado de un turbio asunto relacionado con la trata negrera, y Pepito acompañó a don Mariano a Honduras Británicas —hoy Belice—.Al retornar a su Habana, Pepe volvió a San Anacleto,donde pronto se convirtió en el mejor alumno. Pero continuaba siendo un niño triste y preocupado, sobre todo, después que el padre había vuelto a quedar cesante y los días de terrible angustia regresaron al hogar.

 

Aquel viaje a Hanábana le dejó una profunda huella. Desde entonces y para siempre se proyectaría contra todo aquello que, como la esclavitud y la discriminación racial, mancillara la dignidad del ser humano. De sus Versos sencillos es la idea que da título a este trabajo2 y de su artículo “Mi raza” estas otras: “Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro. En los campos de batalla, muriendo por Cuba, han subido juntas por los aires las almas de los blancos y de los negros. En la vida diaria de defensa, de lealtad, de hermandad, de astucia, al lado de cada blanco, hubo siempre un negro”; en otro momento de este artículo escribió: “El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos […] Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad”.3

Referencias:

 

 

  1. José Martí: “XXX”, Versos sencillos, en Obras completas, t. 16, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, pp. 106-107.
  2. __________: “XXXIV”, en ob. cit., p. 112.
  3. __________: “Mi raza”, Patria, 16 de abril de 1893, en ob. cit., t. 2, pp. 299 y 298. Debe tenerse en cuenta que en la época de Martí, no existía lo que hoy se ha dado en llamar “enfoque de género” y que cuando el Apóstol habla de hombres, de cubanos, de blancos y negros, incluye a hombres y mujeres, pues se refiere a todos los seres humanos.