Días de lucha, sacrificios y sueños
«Con un cielo estrellado aún, cuando empieza a aclarar, ambas columnas estamos en marcha. Oímos cantos de gallos y golpes de pilón que vienen de los bohíos cercanos, imaginamos el aroma del café. Pasamos por Los Negritos, subimos por el alto del Jobo hasta coronar el alto de La Meseta por el firme de la Maestra. Continuamos por un sendero hasta Puerto Arturo. […] Concluida esta sexta jornada de marcha, nos establecemos en este lugar desde comenzaremos a operar a partir de hoy, 6 de marzo de 1958». «Vuelvo a dirigir hombres, primero fue un pelotón. Llevo sobre los hombros esa responsabilidad y siento con más fuerza lo que esto significa: cuidarlos, ocuparme de que coman, vistan y calcen; dar respuesta a los problemas grandes o pequeños, dirigir todo tipo de acciones combativas en mi territorio y velar por el cuidado de los heridos […]». «En estos días de marcha de largas y agotadoras jornadas, en que avanzamos de noche y parte de día, Israel, Lavaut y Vinagera, como guías y exploradores, turnándose a avanzando juntos, han sido verdaderos rastreadores; por el olor pueden presentir al enemigo, lo intuyen, lo olfatean y saben cómo desviarlo. En ningún momento hemos sido expuestos al peligro. Con ellos, una tropa marcha segura«. «En columna somos vulnerables a la aviación en esta zona tan descampada y con caminos de camiones por el norte y el sur. Además, estamos escasos de ropa, zapatos y abastecimientos para todos y conseguirlo se hace imposible». «Podemos dividir la columna en pelotones y escuadras porque tenemos buenos jefes para reagruparnos y dar buenos golpes. Así se facilita la libertad de movimiento para acciones tácticas respondiendo a una estrategia única del mando central. Moverse constantemente, siempre a posiciones estratégicas. Atacar al enemigo en movimiento, donde es más débil, no en sus cuarteles donde es fuerte; provocarlo para atraerlo a las emboscadas en el terreno que hemos escogido donde tenemos todas las ventajas». «Adaptados ya este medio en días de lucha, sacrificios y sueños, las penalidades las echábamos también en la mochila vacía de alimentos y las cargábamos a cuestas».