Celia nos enseña las virtudes que debemos desarrollar

Por Armando Hart Dávalos
09 de Mayo de 2024

Desde los meses anteriores al desembarco del "Granma" no ha habido episodio de la lucha revolucionaria dirigida por Fidel en el que Celia no haya estado en la primerísima línea de combate. Desde el momento mismo del desembarco en Las Coloradas, hasta el instante de su muerte, (…) su trabajo permanente junto a Fidel, es uno de los hechos más tiernos hermosos, humanos y revolucionarios de toda la historia de Cuba.(…)

 

Era una combatiente revolucionaria con excepcionales intuición, sensibilidad e inteligencia femenina. A su valor personal, mostrado en toda su vida de revolucionaria y, en especial, en difíciles momentos de la guerra y en los instantes cruciales y decisivos por los que ha atravesado nuestro proceso, se unía una sencillez, una modestia y una exquisita sensibilidad de mujer.(…)

 

En el ejemplo de su consagración completa a la causa de Cuba y en su apasionado interés por mantener siempre vivo el contacto con el pueblo, encontraremos, ya sea en nuestro trabajo cotidiano como los momentos más difíciles que nos toque vivir en el futuro, aliento y enseñanza para continuar el camino y marchar con decisión hacia adelante.

 

Es ampliamente conocida su extraordinaria sensibilidad y preocupación por las inquietudes, opiniones e intereses del pueblo. Se sabe que ella lograba unir con eficacia sus responsabilidades administrativas y políticas, su trabajo junto a Fidel, con un estrecho, cotidiano y sistemático contacto popular. Nunca relegó a un plano de segundo orden el interés de su nexo inmediato con la población. (…) Se interesaba además porque los cuadros de dirección del Partido y el Estado se relacionaran con la población y tratarán muy concreta y directamente los problemas sobre los cuales tenían responsabilidades. Es más, los días en que grandes problemas nacionales e internacionales tenían que absorber inevitablemente la atención de Fidel, Celia desarrollaba con mayor pasión su comunicación popular. Y esto servía de manera importante a que el Comandante en Jefe pudiera conocer en todo instante lo que el pueblo sentía y quería.(…)

 

Conocedora de la zona, con innumerables contactos en el llano manzanillero, con vínculos estrechos con el Movimiento 26 de Julio en Santiago y con una confianza ilimitada en el triunfo de la causa rebelde, Celia se convirtió en la insuperable auxiliar de Fidel. Se transformó así en su símbolo.

 

El pueblo conoce la historia de cómo se forjó ese símbolo; pero en este momento estamos en el deber de rememorarla. (…)

 

Como se sabe, aquellos 25 meses de historia liquidaron para siempre más de cuatro siglos y medio de coloniaje. (…)

 

Durante todo ese tiempo Celia, con su valor, su constancia, su abnegación, su laboriosidad y su trabajo altamente eficaz junto a Fidel entró definitivamente en la historia. Celia, en la Sierra, no fue sólo la heroína de la guerra. Fue eso y, además, la heroína del trabajo. En ella la leyenda adquirió forma y contenido reales.

 

Sabemos que a su modestia, sencillez y desprendimiento personales no le agradaría la exaltación de su persona. Pero el pueblo, el juicio histórico y el ejemplo necesario a seguir para las generaciones venideras exige que pasemos en este caso por encima de lo que hubiera sido su voluntad ¡Hace falta, Celia, que nos sigas sirviendo! Y para que sigas sirviendo a la causa, es necesario destacar tus méritos. (…)

 

Hay que estudiar y exaltar sus méritos, no sólo para hacer honor a su grandeza histórica, sino también para que nosotros, cuadros del Partido, del Estado y de las organizaciones de masas, aprendamos cuál es nuestro deber en la hora presente que vive Cuba y cuáles son las virtudes que hay que desarrollar para ser más eficaces en nuestro trabajo.

 

En el ejemplo de la conducta de Celia y en el conocimiento cabal de sus virtudes está una de las mejores enseñanzas que hoy disponemos para superar nuestras debilidades y enfrentar las responsabilidades que tenemos como revolucionarios. (…)

 

En su propaganda, nuestros enemigos presentan a los dirigentes comunistas y consiguientemente a los de la Revolución Cubana, como personas deshumanizadas.

 

¡Quiénes quieran saber el sentimiento humano que alberga un corazón comunista, quienes deseen conocer la sensibilidad humanista que hay en el corazón de los revolucionarios cubanos: deben estudiar la vida de Celia!

 

Conversar con los hombres y mujeres del pueblo era uno de sus más profundos regocijos. (…)

 

Desde los tiempos de la Sierra, Celia desempeñó este papel de compañera, de ayuda fraternal hacia todos los combatientes. No creo que hubiera un solo compañero de la Sierra o del llano que se dirigiera a Celia en aquella época o después del triunfo, al que ella no le extendiera su ayuda. Se preocupaba hasta por los más mínimos detalles e inquietudes personales de los combatientes. Lo hacía con fraternidad y, también, con un trato exigente en las cuestiones de principios.

 

Celia -todos lo sabemos- era rigurosa y exigente en los principios. Era a su vez apasionadamente humana y tierna. Tenía la capacidad de entrega, el desprendimiento personal, la sensibilidad humana y la exquisita dulzura de que sólo son capaces las mujeres. No había injusticia por reparar, no había problema humano por resolver, no había cuestión de interés revolucionario por abordar y en los que Celia pudiera intervenir, que ella no lo hiciera con firmeza, con modestia, cariño y decisión, y también con ferviente pasión revolucionaria.

 

¡Celia era apasionada, pero al estilo de los que habló Martí cuando dijo que los apasionados eran los primogénitos del mundo!

 

Celia era como la justicia: humana y exigente.

 

En el carácter de Celia se integra la dulzura, el cariño, el afecto, la alegría de vivir con la más rigurosa exigencia, en los principios y en el trabajo revolucionario. Esta combinación de exigencia y sentido humano en el enfrentamiento de cada problema es una formidable enseñanza para nuestro trabajo de hoy y de mañana. He ahí una de las principales lecciones que nos ha dejado y que debemos aplicar. Celia era como la justicia: humana y exigente. Por esto, su recuerdo nos da la imagen de lo justo.

 

Quizás fue esta combinación que la vida muestra como excepcional, unida a su sentir de pueblo y a su modestia y sencillez, lo que le facilitó una depurada, fina y profunda identificación política con Fidel. (…)

 

Los que tuvimos oportunidad de hablar con Celia en los últimos años pudimos apreciar que la heroína legendaria mantenía la llama de la rebeldía contra toda injusticia y contra todo lo mal hecho, pero que había adquirido, a su vez, una conciencia madura para comprender la complejidad de los problemas políticos, sociales y estatales que se plantean a una revolución como la nuestra.

 

Celia, a su vez, era una creadora. Tenía del poder y la autoridad el sentido de la creación. No concebía utilizarlos para medrar o acomodarse. Gustaba sí, de emplearlos, pero para construir y crear. El poder y la autoridad pueden usarse a forma de acomodo y de medro, o pueden utilizarse como instrumento de creación en favor del pueblo. Ella los empleaba para crear, para construir, para hacer una obra de beneficio colectivo, para dejar una huella duradera en la historia; para dar un paso de progreso y de felicidad para el pueblo. (…)

 

Celia era una apasionada de la historia. Como tenía conciencia de que vivía en el escenario de una gran historia, cuidaba con celo todos los documentos, materiales y escritos de Fidel con el objetivo de conservarlos para la posteridad. Organizó un gran archivo histórico con un inmenso arsenal de documentos valiosos de la Revolución, y de Fidel. Los historiadores y las generaciones venideras dispondrán así, gracias a Celia, de una amplísima documentación acerca de nuestra época.

 

Era asimismo extraordinariamente sensible a los aspectos ideológicos de cada situación política o histórica. En cuestiones de principios políticos mantenía un gran celo y exigencia y, a su vez, un apasionado interés por las interpretaciones más justas y revolucionarias a cada situación.

 

Sentía la lucha de liberación nacional de América Latina y el Caribe como algo muy íntimo. Sufría con la miseria de otros pueblos y con los atropellos que el imperialismo cometía en cualquier área del mundo. (…)

 

Celia poseía un finísimo sentido de lo hermoso y cuando podía influir, gestionaba que se creara belleza en el medio ambiente y en las obras constructivas e instalaciones que acometía la Revolución. Por su profundo sentimiento patrio, se inclinaba a la exaltación de las formas cubanas de lo bello. Ha dejado el sello de la belleza cubana, tropical, en muchas de nuestras instalaciones.

 

A su sentido humano y su sencillez unía un rechazo al tratamiento formalista de los problemas. Iba a la esencia concreta de ellos y a su solución práctica. Poseía un sentido de lo práctico, de lo concreto, como pocas personas. Rehuía lo formalista y buscaba siempre, por sentido revolucionario, el aspecto práctico de las cuestiones. (…)

 

¿Cómo esta legendaria guerrillera, de raíz de pueblo, de conciencia rebelde y de intransigencia frente al formalismo pudo convertirse en infatigable y eficaz organizadora de las formalidades de nuestro Estado?

 

Lo pudo hacer porque sabía que era un requerimiento y una necesidad de la Revolución y del trabajo de Fidel. (…)

 

El interés por no descuidar ningún aspecto la unía mucho a Fidel. Sabía además cuáles eran los detalles de que ella tenía que ocuparse, y lo hacía de forma directa y profunda. (…) garantizaba con toda exactitud la ejecución de la tarea.

 

¡Cuántas veces en nuestro trabajo diario descuidamos los aspectos concretos y de detalles de los problemas y nos perdemos en vaguedades, generalidades y abstracciones innecesarias o pueriles! ¡Cuántas veces por esta razón van surgiendo a nuestro paso innumerables descuidos y deficiencias!

 

Si todos los cuadros del Estado y del Partido nos preocupáramos en nuestro trabajo en la forma y con la profundidad que Celia se interesaba en los detalles que resultaban decisivos, se reducirían seguramente en un amplísimo grado nuestras deficiencias.

 

¡Esa fue Celia, compañeros! Grande en su abnegación heroica, en su lealtad incondicional, grande en su identificación con el pueblo, en su amor a la obra de la Revolución, en su interés apasionado por los demás. Grande en su preocupación por los aspectos más concretos y decisivos de cada obra de la Revolución. Grande, quizás, sobre cualquier otra virtud, en su modestia y sencillez. Entre todas sus cualidades debemos efectivamente destacar su rechazo a cualquier forma de ostentación y su apego a las maneras simples y sencillas de vivir y trabajar. Esta era, seguramente, una de sus más conmovedoras virtudes. (…)

 

Entre los héroes históricos de la Revolución Cubana que nos alientan en este esfuerzo gigantesco está la compañera Celia. Ella nos da fuerzas, nos da aliento y nos impulsa con el ejemplo de su vida. Ella nos enseña las virtudes que debemos desarrollar. Ella nos estimula en esta hora que vive la patria, América y el mundo para continuar hacia adelante. (…) el ejemplo aleccionador de su vida está más fuerte que nunca en sus compañeros de lucha y en el pueblo. Con las enseñanzas de su vida y las de todos los héroes y mártires de la patria continuaremos trabajando sin descanso por conquistar el porvenir. (…)

 

Rindámosle homenaje a la compañera Celia mejorando el trabajo de nuestro Estado y de todas las administraciones en los centros laborales, y elevando la eficiencia de nuestros organismos administrativos, sindicales y políticos.