¡Bajo las botas y las bayonetas!
Fulgencio Batista reaparece en la escena política cubana. Imagen: "WorldWar II Personalities in Cartoons/Originals done for 'La Nacion' Santo Domingo, 1939-1946", by Klaus Martin Frank// Batista hace trizas la Constitución. Obsérvese que una de las piernas reproduce la bandera estadunidense. Imagen: Facebook
No satisfecho con la distribución del volante «Revolución no, zarpazo», que, incluso, se repartió el 16 de marzo en la necrópolis de Colón, durante el homenaje que algunos militantes del Partido Ortodoxo rindieron a Eduardo Chibás, el día 24 de ese mes, ante el Tribunal de Urgencia de La Habana, presentó Fidel una denuncia contra el golpe de Estado protagonizado por el senador Fulgencio Batista Zaldívar.1
Comenzaba Fidel su demanda con la minuciosa descripción de las acciones delictuosas ocurridas: «En la madrugada del 10 de marzo, un senador de la república, traicionando sus propios fueros y atribuciones, penetró en el campamento militar de Columbia previo concierto con un grupo de oficiales del ejército […] detuvieron a los jefes legítimos asumiendo sus puestos de mando, tomaron los controles, incitaron a la sublevación a todos los distritos, e hicieron llamada general a la tropa que acudió tumultuariamente al polígono del campamento donde le arengaron para que volvieran sus armas contra la Constitución y el Gobierno legalmente constituido».
De igual modo, los golpistas se apoderaron de las estaciones de radio y, así mantuvieron a la ciudadanía ajena a la traición. «Atada de pies y manos —afirmaba Fidel—, la nación contempló el desbordamiento del aparato militar que arrasaba la constitución, poniendo vidas y haciendas en los azares de las bayonetas».
Denunció el joven abogado cómo el jefe de los alzados había asumido el gobierno absoluto y ordenado la suspensión inmediata de las elecciones convocadas para el 1.º de junio,1 cómo fueron repartidas todas las posiciones administrativas del Estado entre los complotados; cómo disolvieron el Congreso a tiro limpio, suprimieron el derecho de huelga y suspendieron las garantías constitucionales y cómo planeaban la sustitución de la Constitución «[…] por un mamotreto jurídico engendrado en los cuarteles a espaldas de la opinión pública».
Inmediatamente después enumeró todos los artículos del Código de Defensa Social violados por el artero cuartelazo y, uno a uno, fue señalando la pena prevista por las leyes de la nación, para llegar a la conclusión de que: «Por todos estos artículos y otros más que sería prolijo enumerar el señor Fulgencio Batista y Zaldívar ha incurrido en delitos cuya sanción lo hacen acreedor a más de CIEN AÑOS DE CÁRCEL».
Refutó además Fidel que lo acontecido pudiera catalogarse de revolución y lo asoció con «retroceso, barbarie y fuerza bruta». Acudió a los criterios de Luis Jiménez de Asúa,2a quien calificó como «el maestro de los penalistas», para negar que pudiera calificarse a los implicados en el cuartelazo como delincuentes políticos, pues «[…] solo merecen ese concepto “aquellos que luchen por un régimen social de catadura avanzada hacia el porvenir”, nunca los reaccionarios, los retrógrados, los que sirven a intereses de camarillas ambiciosas: esos serán siempre delincuentes comunes para quienes jamás estará justificado el asalto al poder».
Hacía Fidel un llamado a los magistrados de Tribunal «[…] si es que no ha sido abolido también enel cuartelazo». Al respecto, añadió: «[…] la lógica medice que si existen tribunales Batista debe ser castigado,y si Batista no es castigado y sigue como amo del estado,Presidente, Primer Ministro, Senador, Mayor General, JefeCivil y Militar, Poder Ejecutivo y Poder Legislativo, dueño devidas y haciendas, entonces no existen tribunales, los hasuprimido […]».Concluía su denuncia afirmando que si los tribunales no pueden hacer justicia, más vale colgar la toga y que «[…] se siente de unavez un cabo con su bayoneta en la Sala augusta de los Magistrados».
Una vez más, y ahora frente a las bayonetas, Fidel se destacaba en el combate civil, aunque sus propias palabras dejaban ver que cada vez confiaba menos en los mecanismos civiles y se convencía de que otra tenía que ser la solución a los males de Cuba.
Referencias
1 Fidel Castro: «Al Tribunal de Urgencia», en Antología de documentos y discursos, t. 1, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 2016, pp. 55-60. Todas las citas han sido tomadas de este documento.
2 No solo la proximidad de las elecciones hacía inconcebible el cuartelazo, sino que el propio Batista, candidato por el Partido Acción Unitaria, tenía la posibilidad de ser elegido. Los otros candidatos eran Carlos Hevia Reyes-Gavilán, por el Partido Auténtico y Roberto Agramonte Pichardo, por el Partido Ortodoxo, que aunque debilitado tras la muerte de su líder, continuaba siendo favorito.
3 Jurista y político español. Profesor de Derecho Penal en la Universidad de Madrid y en varias universidades hispanoamericanas; impulsó los estudios jurídicos en Latinoamérica. Concluida la Guerra Civil Española (1939), se radicó en Argentina, donde murió en 1970.