La gloria de Ceja del Negro

04 de Octubre de 2021

Las tropas coloniales, mordieron el polvo de la derrota en la batalla de Ceja del Negro. Foto:Tomado de ACN

A principios de 1896 arriba a la Isla el Capitán General Valeriano Weyler, junto a un contingente de 20 mil efectivos. La noticia resultó propicia para que, la prensa integrista, pronosticara el fin de la insurrección armada.  Sin embargo, el refuerzo no pudo evitar uno de los reveses más importantes que sufrió el mando colonial: la batalla en Ceja del Negro, actual Pinar del Río.

Para ese momento, el Lugarteniente General Antonio Maceo, se encontraba en territorio vueltabajense, con alrededor de dos mil soldados. Al conocer de su cercanía con las tropas españolas, concibió una ofensiva contra las columnas que se le enfrentarían directamente en su paso hacia La Habana y presentó combate al nuevo enviado de la metrópoli.

La estrategia de hostigamiento empleada por Maceo, permitió al Ejército Libertador apropiarse de los campos y la serranía, obligando al enemigo a refugiarse en los pueblos y comarcas fortificadas de la región durante meses. Dicha situación no pudo ser revertida por Weyler, quien se dedicó, principalmente, a organizar una criminal reconcentración y establecer el sistema de trocha del Mariel a Majana.

El 4 de octubre del propio año, varias columnas hispanas, ubicadas en la región de Viñales, se disponían a cerrar el camino a las fuerzas mambisas y desalojarlas de sus posiciones ventajosas en el terreno. La llegada de una  expedición como apoyo a los patriotas, al mando del puertorriqueño Juan Rius Rivera, resultó una circunstancia inesperada y nefasta para los colonialistas.

El inicio del enfrentamiento estuvo marcado por la voladura de una fortificación española, con el impacto del cañón mambí. Sobre la pieza artillera cubana cayó el fuego sistemático, pero las tropas independentistas ocuparon el macizo elevado llamado Ceja del Negro, contra el cual avanzaban combatientes que superaban ampliamente a las huestes insurrectas.

Durante los momentos más comprometidos del combate, Maceo reinstauró el orden, lo que hizo al enemigo replegarse y arremeter contra blancos fáciles en la impedimenta. Finalmente, la infantería cubana fulminó a los atacantes desde la espesa vegetación. Al culminar las acciones, el campo estaba cubierto de alrededor de quinientos cadáveres hispanos, prácticamente un batallón completo.

La aplastante derrota, puso en alto la genialidad como estratega militar del Titán de Bronce y constituyó una de sus últimas hazañas antes de caer en combate el 7 de diciembre de 1896, dejando tras de sí la gloria de sus innumerables victorias y los legados imperecederos de intransigencia y antimperialismo que acompañan a los cubanos hasta nuestros días.

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