Apuntes de un diario: 27. 6. 1988, horario del mediodía.
Pasadas las 1100 hr del 27.6.1988, las tripulaciones dejamos los tres MI-17 en el área cercana a la aldea de Cahama y fuimos a almorzar al aeropuerto con la orden de no demorar, ya que los MiG-23 bombardearían la frontera, sin que la mayoría conociéramos cuáles objetivos.
Sobre las 1230 hr estábamos de regreso. Al arribo encontramos a una escuadra de tropas especiales cubana que se protegía del sol en los alrededores de la aeronave del centro —la nuestra, con el jefe de nave Cádiz y de un técnico del cual no he podido recordar el nombre— ubicada a unos 100 metros de las demás. Su jefe, de barba, algo bajito y fornido nos dijo que estaban a nuestra disposición.
Entonces, a pesar de que el mando tenía una fuerte compartimentación, pensé que algo grande estaba por ocurrir. Recordé que a mi arribo a Lubango el anterior día 14, el 1er teniente Planas había dado detalles de una gran operación prevista por el Comandante contra objetivos sudafricanos en Namibia si aquel gobierno continuaba sus hostilidades. Entre estos estaban: las bases de Grootfontein, Runtú, Ondanwa, Oshakati y los complejos hidráulicos de Ruacaná (frontera) y Calueque (18 km al interior de Angola)
Pensando en eso subí a la cabina y le eché un repaso a todos aquellos datos en mi agenda y el viejo mapa. Al final le dí una mirada al sistema ARK-UD, a mi derecha y arriba, diseñado para recibir las señales de radio de los chorreros catapulteados.
A las 1300 hr escuchamos el ruido atronador de los MiG-23. Desde nuestra posición a algo más de 1 km al sur del aeropuerto, y a un nivel más bajo del terreno su vuelo rasante hacia la frontera no nos fue visible. Pero la señal estaba dada y entramos en tensión.
De inmediato nos apretujamos en ese MI-17 del centro, quien no cupo se acercó a las ventanillas. Conectamos la radio y, en cautela total, esperamos alguna voz, alguna frase desde los cazas; pero pasaron los minutos y nada nos llegó. Simplemente los pilotos actuaban en radio silencio
Tiempo después, a no más de un tercio de hora, tras el retorno de las aeronaves pegadas al bosque en busca de la pista pensamos que todo había concluido. Suspiramos más tranquilos.
Casi puesto el sol, aún vigilantes ante un posible contra golpe de la aviación sudafricana, trasladamos las aeronaves hacia el aeropuerto. Fue entonces que pudimos conocer las narraciones del mayor Jorge Rodríguez Marquetti, jefe de la base; los capitanes Emilio Palacio Blanco y Ramón Alba Perdomo, además el mayor Pedro Zequeira Moreno quienes, junto a ocho aeronaves de Lubango, habían bombardeado el complejo hidráulico de Calueque.
-FUENTES:
Texto, Diario del autor y «Audacia y coraje, proezas de la aviación cubana en Angola», coronel® Humberto C. Trujillo Hernández, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2012. Fotos, cortesía del autor y de la obra anteriormente señalada. Mapa, cortesía del autor.
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