¿Cuánto vale la vida de una persona? ¿Acaso se puede cuantificar en algún tipo de magnitud?En esas cosas pienso cuando repaso historias increíbles de aquellos jóvenes que arriesgaron su bien más preciado, la vida, paraconstruir este proyecto social.

El 13 de junio estaría cumpliendo 95 años un intelectual imprescindible de la Revolución, el querido Armando Hart Dávalos. Si bien nos legó su agudísimo pensamiento, no fue lo único, pues en su condición de luchador revolucionario escribióuna hermosa hoja de servicios durante la etapa insurreccional contra la tiranía de Batista.

Rindamos merecido homenaje haciendo un recuento de su extraordinaria fuga de la Audiencia de La Habana, el 4 de julio de 1957, la que puso en ridículo a las fuerzas policiales.

Había sido detenido por el Buró de Investigacionesen abril del propio año mientras organizaba el traslado hacia la Sierra Maestra del periodista norteamericano Robert Taber y el camarógrafo Wendel Hoffman. En ese momento era un personaje muy conocido pues su labor clandestina incluía la participación en el alzamiento del 30 de noviembre, y el envío de varios grupos hacia las montañas orientales.

Aunque estaba desarmado en el momento de la detención, fue acusado de portación de armas de fuego. Gracias a las rápidas gestiones de su familia, fue conducido al Vivac de La Habana para ser puesto a disposición de los tribunales y se evitó fuera asesinado en ese momento.

Pero de una manera u otra, su vida estaba marcada, y detenido no podía apoyar a la causa. No se cruzó de brazos y tomó una decisión cinematográfica, la fuga. Como no podía compartir suidea con otra persona, fue tejiendo el plan en la soledad de sus pensamientos.

Ayudó su conocimiento del antiguo Caserón de la Audiencia de La Habana, ubicado en la parte trasera del Palacio del Segundo Cabo, lugar que había visitado en varias ocasiones por sus labores de abogado.

Pidió un pullover blanco a su familia y se lo colocó debajo del uniforme de preso durante una de las visitas a la Audiencia. Al llegar, los reclusos fueron organizados uno detrás de otro por una escalera que daba acceso a la sala de espera.

Antes de entrar a la sala el custodio siempre se adelantaba para revisar el lugar. Armando Hart Dávalos sabía que esos escasos segundos en que quedaban sin supervisión eran los únicos que tendría para cumplir su arriesgado plan. Se separó de la fila y caminó hacia un corredor contiguo. Cuando avanzó unos metros, se quitó la camisa de preso y permaneció con el pullover blanco. Luego, de manera calmada, caminó hacia la salida y se alejó sin que nadie reparara en su fuga; después se perdió en las calles de la Habana Vieja.

Llegó sin contratiempos hasta la casa de un conocido. Envió una nota a Haydée Santamaría con indicaciones precisas, y sus palabras de despedida fueron: «No debo pedirte perdón pues tú me comprendes. No debo darte las gracias pues tú me quieres».

Demás está decir que la tiranía removió cielo y tierra para capturar a Armando Hart Dávalos, pero no lo consiguieron.

Referencias:

• Carrera, E. (2023). Ellos están aquí. Cubadebate. Obtenido de http://www.cubadebate.cu/opinion/2023/11/27/ellos-estan-aqui/
• Carrera, E. (2023). La fuga de Hart. Cubadebate. Obtenido de http://www.cubadebate.cu/especiales/2023/07/06/la-fuga-de-hart/
• La O, M. (2020). A la memoria de Armando Hart. Cubarte. Obtenido de https://cubarte.cult.cu/periodico-cubarte/la-memoria-de-armando-hart/
• Palacios, Y. (2024). La pasión por Cuba de Hart. Granma. Obtenido de https://www.granma.cu/cuba/2024-06-13/la-pasion-por-cuba-de-hart