Un cubano en el ejército canadiense durante la segunda guerra mundial
Hugo Lismore se alistó en el ejército canadiense. Murió en los combates que se libraban a la entrada Cherburgo el 23 de junio de 1944. Contaba con 20 años de edad, salió de Cuba en el año 1941. Formaba parte del 6to Regimiento, División 5ta, como tanquista. Cuando decidió irse a la guerra tenía solo 18 años y tuvo que hacer trampa porque la edad reglamentaria era 19.
La pudo hacer porque era un muchacho atlético. Además de inteligencia extraordinaria, tenía una habilidad manual portentosa. Hacía modelos en miniatura de cualquier máquina de guerra, armaba y desarmaba los rifles y las pistolas con los ojos cerrados. Con una maquinita de bolsillo hizo una foto panorámica de La Habana que parece tomada con máquina especial por cualquier experto. Al pasar por el Canadá rumbo a Europa los rotarios lo invitaron a una de sus sesiones y en ella hizo un gran discurso, el primero y el último de su vida. Cuando llegó a Inglaterra se volvió a presentar voluntario para las unidades de invasión y tomo un curso especial de comando. De vez en cuando, en ocasión de sus permisos, viajaba por las Islas Británicas. Visitó Escocia y el País de Gales.
Se detenía en los museos históricos porque era entusiasta del arte y las reliquias. Iba dejando una estela de amigos porque tenía un don de gentes extraordinario. Estaba muy contento y pensaba ingresar después de la guerra en la Universidad. Estaba muy contento y la víspera del día D por tercera vez, se volvió a presentar voluntario para los grupos de asalto de vanguardia. Le aceptaron porque era un muchacho atlético y sabían que era valiente. Fue de los primeros que pisaron las playas de Normandía para la lucha contra los nazis.
Lo que pasó después lo cuenta mucho mejor el sargento L. R. Gariepy en una carta que dice así1:
“Estimada señora Lismore, en nombre de todos nuestros camaradas le ruego reciba muestra condolencia por la pérdida de su hijo, nuestro querido amigo Hugo, muerto en acción el día seis de junio a las tres de la tarde en las afueras de un pequeño pueblo llamado Riviere, un lugar ahora apacible de Normandía el está enterrado entre amigos que fueron sus compañeros de cuarto durante los pocos años que estuvo con nosotros. El sitio donde estará siempre recordado con cariño por todos porque allí están nuestros héroes, los que ofrecieron el supremo sacrificio. Yo fui su sargento y estaba con él cuando dio su vida, en ese día 6 de junio en que asombramos al mundo atacando las playas de Europa para arrojar de ellas a las hordas hitlerianas que han causado tanta destrucción en toda la tierra. El asalto fue una obra formidable. El mundo lo sabrá algún día.
Nuestra unidad fue la primera que llegó a tierra bajo un intenso garrare enemigo. Nuestros muchachos dieron ejemplo de iniciativa y de valor maravilloso. Con completa despreocupación hacia sus propias vidas saltaron a tierra. Atacaron, mataron y ahuyentaron o capturaron la escoria nazi que pululaba sobre las playas.
Como usted sabe, ya Hugo iba de artillero en uno de los tanques de asalto. Conocía su trabajo perfectamente y poseía un asombroso conocimiento de tiro y de armas de fuego que estudiada con fervor. Se mostraba sonriente y alegre durante las acciones de la playa y manejó terriblemente la artillería del tanque. Bien segura nos puede usted estar segura de que vengó más de cien veces su muerte antes de que ésta ocurriera. Después de sobrepasar la playa avanzamos sobre un pueblo que quedaba cerca y acabamos en muy poco rato la resistencia enemiga.
Después descansamos un poco. Y camino del pueblo próximo hablé con él. Todos estábamos entusiasmados. Durante el avance sobre el segundo pueblo encontramos sólo pequeños núcleos de resistencia enemiga que exterminamos con facilidad acercándonos en seguida a nuestro segundo objetivo. Allí nuestra infantería empezó a ser diezmada por unos morteros apostados detrás del pueblo. Decidimos acabar con aquella amenaza y fuimos a buscarlos rápidamente. Pero el fuego de mortero sólo era un cebo para atraemos precisamente a nosotros.
Los nazis tenían una pieza pesada y escondida y cuando estábamos bien cerca abrieron fuego horizontal directo. El tanque de Hugo, que iba el primero, fue el primer blanco. Le tiraron a unos 70 metros y le dieron de lleno. Hubo una explosión tremenda y toda la tripulación quedó muerta instantáneamente: él, el oficial y el operador de radio. La muerte fue fulminante y no sufrieron. Yo lo vi todo porque iba en el tanque de la derecha y lancé mi tanque sobre la pieza de artillería. La arrollamos y matamos a los once servidores.
Esta no es una historia agradable, pero quiero que usted la conozca pensando que el saber que ninguno de ellos quedó vivo le dará valor para soportar su infortunio. El no ha muerto en vano. Hoy muchos hogares lloran la pérdida de uno o más hijos y también todo el mundo llora. Es inevitable. La guerra es una calamidad.
Pero no debemos dejar que esa raza demoniaca se aproveche, de nuestras cualidades de seres más civilizados. Aunque sólo sea por esto debemos seguir luchando. Por eso todos los que estamos aquí redoblamos nuestros esfuerzos y aquellos que caen, el mundo antes esclavizado les quedara eternamente agradecido por sus hazañas. Nosotros los de nuestro regimiento saludamos a los padres de Hugo y todo Canadá recordará a aquellos que han caído bajo sus banderas.
Referencias
1-Revista Carteles del 1 de abril de 1945. Artículo: “Como mueren nuestros soldados” por José Luis Galve, p.53.
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