En el aniversario de un crimen horrendo
En la noche del 27 de noviembre de 1891, participó Martí en una velada en el Liceo Cubano de Tampa, en homenaje a los estudiantes de Medicina fusilados en 1871 en La Habana.
No puede olvidarse la estrecha relación de Martí con esos sucesos. Él mismo había sufrido cárcel, presidio y destierro a Isla de Pinos,primero, y luego hacia España; tenía su cuerpo y su espíritu llenos de cicatrices. Por si fuera poco, su hermano del alma, Fermín Valdés-Domínguez, quien había permanecido preso junto con él durante seis angustiosos meses, estaba una vez más en prisión, pues estudiaba Medicina y formó parte de los 45 juzgados por los sucesos del cementerio. Por sobre sus dolores personales y la indignación tremenda que le provocaba lo que ocurría en La Habana, sufría por Fermín.
Tras el crimen, cuando les fue conmutada la pena por el destierro al resto de los estudiantes, y se reunieron en Madrid, Martí se solidarizó con el amigo y abrazó su causa por reivindicar a los estudiantes. En el primer aniversario del fusilamiento, circularonun impreso en el que condenaban la bárbara acción y Martípronunció un vehemente discurso en las honras fúnebres ofrecidas por un grupo de cubanos residentes en Madrid. Además escribió el poema «A mis hermanos muertos el 27 de noviembre».
Más tarde siguió el proyecto de Fermín, de escribir un libro—El 27 de noviembre de 1871— paradenunciar los hechos; lo aconsejó y hasta buscó los ilustradores adecuados. También le ofrecióatinadas ideas sobre el diseño del monumento que, en honor a los estudiantes, se levantó en el cementerio de Colón. Y sobre todo, valoró el quehacer de Fermín como vindicador de aquellas víctimas de la represión española.
Veinte años después de aquellos terribles sucesos, en la velada del 27 de noviembre de 1891,pronunció el discurso conocido como «Los pinos nuevos»que, más allá del homenaje a los asesinados, se convirtió en un llamado a continuar la lucha iniciada por los padres fundadores.
Casi desde el inicio declara estremecido: «Otros lamenten la muerte necesaria: yo creo en ella como la almohada, y la levadura, y el triunfo de la vida […]la muerte da jefes, la muerte da lecciones y ejemplos […]».1 Porque, para Martí, el horrendo crimen era una prueba más de la imperiosa necesidad de poner fin al colonialismo español, llevando a nuestros héroes y mártires como bandera.
Dedicó entrañables palabras a la hidalguía de aquellos inocentes del crimen, pero culpables de cubanía. Y también, un cálido recuerdo al capitán español Federico Capdevila, designado abogado de oficio, quien pese al furor de aquella jauría de voluntarios, se comportó de manera valiente y digna para cumplir su cometido. Y llamó a Fermín, «sublime vengador sin ira!».
Después retomó la idea inicial, la utilidad de aquellas muertes como estímulo a la guerra necesaria e inevitable por librar la patria del colonialismo: «¡Cesen ya puesto que por ellos es la patria más pura y hermosa las lamentaciones que sólo han de acompañar a los muertos inútiles! Los pueblos viven de la levadura heroica».
Su mensaje final, expresado en una hermosísima imagen, era no solo una llamado a la lucha, sino también a la unidad de los viejos guerreros del 68 —los pinos caídos— con las nuevas generaciones —los pinos nuevos— que venían a sumarse a la causa: «[…] Rompió de pronto el sol sobre un claro del bosque, y allí, al centelleo de la luz súbita, vi por sobre la yerba amarillenta erguirse, en torno al tronco negro de los pinos caídos, los racimos gozosos de los pinos nuevos: ¡Eso somos nosotros: pinos nuevos!».
1 José Martí: “Discurso pronunciado en la velada en homenaje a los estudiantes de Medicina”, Tampa, 27 de noviembre de 1891, en Obras completas, t. 4, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, pp. 281-286. Todas las citas proceden de este discurso.