Artista con traje mambí
Solo la réplica del machete del Generalísimo Máximo Gómez pudo detener las manos inquietas del artista holguinero Kamyl Bullaudy aquella tarde de 2021. Saber suyo ese símbolo de la intransigencia independentista, “por resaltar en su obra los más genuinos valores patrióticos, revolucionarios e internacionalistas del pueblo cubano” le permitió aferrarse a él para sentirlo real.
“Yo tengo este machete en mis manos y no me lo puedo creer, me siento muy honrado”, comentó cuando nos acercamos. Desde hacía algunos días sabía que recibiría la más alta distinción que entrega las Fuerzas Armadas Revolucionarias a los artistas, pero por mucho que imaginó el momento, nunca sospechó tanta emoción.
“Porque cuando tú haces lo que te gusta, trabajas por amor y encima de eso te lo reconocen, es la gloria, no puedes pedir más. Para un simple mortal como yo es imposible pedir más”, continuó el rebelde creador, graduado del primer curso de Instructores de Arte emergentes.
Él, que es capaz de hacernos soñar con los más auténticos valores de cubanía e identidad nacionales a través de gallos impetuosos, sembradíos, mujeres voluminosas y sensuales, paisajes citadinos, personalidades como Agramonte, Guayasamín, Chopin, Fidel, que se avivan desde las más diversas técnicas de las artes visuales.
¡Y qué decir de sus reiterados homenajes a la figura y las obras de nuestro Héroe Nacional! Bullaudy nos ha revelado a Martí acompañado de niños, mujeres y peces; montando a caballo; de azul (como siempre lo ha imaginado), rojo, blanco u ocre… A veces nos lo muestra en lienzo; otras, en técnica mixta sobre cartulina; óleo sobre tela; esculturas de hierro u objetos reciclados que cobran nueva vida gracias a la inventiva de este noble mago.
Kamyl se ha empeñado siempre en crear. Primero lo hacía desdoblándose en personajes del teatro, a los que lo acercaba su padre Reynaldo. Después, le dio vida a las escenografías y atrezos de las puestas en escena y así lo atrapó el mundo de las líneas y los colores, ese que ha perfeccionado con el paso de los años en manchas, luces y transparencias… para cautivarnos con sus cuadros.
Su constante búsqueda por la renovación lo llevó hasta la Isla de la Juventud, donde descubrió el encanto de la cerámica para dinamizar sus creaciones y así lo hizo también a través del trabajo con metales, cristales y cuanta cosa caía en sus manos y en su imaginación. Lo aprendió bien desde un verso: “arte soy entre las artes, en los montes, montes soy”.
Reconoce que cuando la utilización de elementos reutilizables está de “moda”, ha sido también una vía trascendental para que los artistas cubanos demuestren su virtuosismo, ante las rigurosidades impuestas por el bloqueo del gobierno norteamericano al pueblo de nuestra Isla.
“Para nadie es un secreto todas las restricciones y carencias que nos afectan, pues los creadores no estamos exentos de eso, pero ahí es donde tenemos que sacar el extra de los campeones y hacer más con menos, literalmente. Eso es lo que nos distingue de toda la gran América, a la que nos debemos, según expresó nuestro Martí”.
“Las políticas de aislamiento nos han ocasionado muchas restricciones, pero hemos sido capaces de salir adelante y con nuestra inventiva siempre vamos a vencer”, expresó el entrevistado, quien reconoce la necesidad de estar comprometido con su tiempo.
Entonces, Kamyl buscó entre sus ejemplos más certeros para evadir las dificultades: la importancia de los vuelos creativos, esos que se unen a la imaginación y te trasladan por universos inexplicables hasta crear piezas fantásticas, entendidas mejor cuando, acabada ya, le atribuyes un título certero.
“Las carencias te obligan a buscar soluciones novedosas y otras vivencias. Ahí es donde realmente el artista crece, porque cuando tienes todas las cosas al frente y no te da trabajo conseguirlas, ni lograrlas, involucionas un poco. Pero cuando te ves obligado a buscar nuevos recursos, realmente el hombre progresa”.
Explica que en esa búsqueda de lo distinto o lo posible, siempre recurre a la historia de Cuba y al Maestro, “un hombre intenso en sus sentimientos humanos y de un alma intrépida y natural” que le enseñó a ser mejor ser humano, según nos ha manifestado en otras ocasiones, como cuando nos llevó al Apóstol hasta la galería del K-5 en la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña durante la XXVII Feria Internacional del Libro de La Habana, tras una invitación de nuestra casa editorial.
Por ello, habla de la trascendencia de ser un obrero del arte y sentir la necesidad espiritual de transmitir ideas a través de sus obras, las cuales solo si alguien las observa y es capaz de recordarlas, las considera efectivas.
En aquel momento las palabras de este descendiente de libaneses comenzaron a cortarse, seguro como resultado de la inquietud de su pensamiento y espíritu, que aún no encontraban ayuda en sus manos para expresarse, seguían sujetas a la vaina mambisa, porque para Kamyl, quien combina historia e inspiración en sus composiciones: “El artista lleva el traje de mambí por dentro, o sea, que este machete es el complemento de los pinceles y las plumas para poder crear”.
Tomado de la revista Verde Olivo No. 1 de 2022, pp. 12-15.
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