“Espero que estemos siempre juntos”
Era ella una muchacha linda, fina, inteligente; amante de las artes y el deporte: lo que decimos hoy, una joven integral. Nadie diría que dentro de aquella hermosa presencia anidaba el temple de una Mariana. ¿Y él? Un hombre inteligente, valiente, que no medía el tamaño del enemigo para enfrentarlo, que no dudó en abrazar las ideas revolucionarias desde muy joven, y no ha dejado de hacerlo: Vilma y Raúl, unidos en la historia de la Revolución y en el amor; un amor multiplicado, porque ha rendido muchos frutos.
Transcurrida la primera mitad de 1958 y poco después de un año de peligrosa clandestinidad, por las acciones revolucionarias y la persecución de las fuerzas de la tiranía, llegó como la brisa al Segundo Frente Oriental Frank País, sin dejar de atender la adecuada marcha de la lucha en el llano. En medio del auge de los combates surgió el amor.
Para el libro Vilma, una vida extraordinaria, el escritor Juan Carlos Rodríguez recoge el testimonio de un noviazgo surgido en la Comandancia. Vale la pena reproducir cómo sucedió, según narró la combatiente:
“[...] De pronto, recostó su cabeza en mi hombro. Yo, extrañada, indagué:
— ¿Qué pasa?
— Que estamos enamorados.
— ¿Y tú, cómo lo sabes?
— ¡Ah! ¿Pero tú no lo sabes?
—Yo no.
Nos reímos, conversamos y comenzó el noviazgo [...]”.
Era el 8 de noviembre de 1958. Un mes después ella se había pintado un autorretrato que le envió al novio con esta dedicatoria: “Espero que estemos siempre juntos y no sea necesario que cuando quieras verme apeles a esta foto”.
Una boda combatiente
En las casas marcadas con los números 473-475 de la calle San Jerónimo, entre Gervasio y Carnicería, en Santiago de Cuba, está el Memorial Vilma Espín Guillois, fundado el 7 de abril de 2010. El 24 de noviembre de ese mismo año, Raúl firmó en el libro de visitantes de la institución:
“El 26 de enero de 1959, en esta casa me puse un nuevo uniforme de guerrillero y me fui a la boda con Vilma… lo mejor y más lindo que hice en toda mi vida”.
En la revista Bohemia del primero de febrero de 1959 se reflejaba el acontecimiento: “[…] Lo que al principio pareció ser una ceremonia privada, se convirtió en una concentración popular. Los comentaristas radiales que transmitían el acto llevaban la noticia al pueblo: ‘En la historia social de Santiago de Cuba no se ha visto una boda como esta’. Los contrayentes, Raúl y Vilma, se abrieron paso con dificultades hacia la mesa donde los esperaban el auditor del Ejército Rebelde, doctor Juan Escalona, que oficiaría en el matrimonio. Una batería de camarógrafos y fotógrafos circundaba a la pareja rebelde”. Creaban, a partir de entonces, una familia basada en la comunión de ideales, el amor y el respeto mutuo. No tardaron en llegar los niños…
Déborah, Mariela, Nilsa y Alejandro. Excepto el de Nilsa, nombre de una hermana de Vilma, el resto eran seudónimos familiares de la lucha clandestina. Comenzaron los tiempos en que, sin dejar de atender sus altas responsabilidades en el partido, el Estado, el Gobierno y la Federación de Mujeres Cubanas, sacaban el tiempo indispensable para la atención a esos retoños que colmaban la casa de alegría.
La preciosa voz de mamá llenaba las horas de dormir con canciones de cuna que trascienden hasta hoy en el recuerdo de los hijos, y quizás de los nietos mayores.
Amante de la igualdad de la mujer y de su aporte a la construcción de la nueva sociedad, Vilma siempre instó a las cubanas a no descuidar la atención a sus hijos. La ternura de esta mujer hecha leyenda, llevó a concebir la creación de los círculos infantiles, los hogares para niños sin amparo filial, y las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia.
Más tarde, comenzaron a llegar los nietos, y de igual manera que a los hijos, no les ha faltado amor, ni el apoyo a su formación. En una entrevista publicada en Granma, el 6 de abril de 2015, Asela de los Santos, entrañable amiga y compañera de luchas de la heroína, declaró, refiriéndose a Vilma:
“Era muy mamá, muy abuela. Sumamente cariñosa, pero no malcriadora. Estimulante con sus hijos y nietos. Adoraba a su esposo.
“Muy buena educadora, sabía cómo conducir a los niños. Con el mismo respeto que fue educada, transmitió a sus hijos e influyó en la crianza de los nietos. Siempre encontraba tiempo, encontraba espacio para estar con ellos, para estar atenta sobre todo a sus problemas, intervenir, ayudar. Creó una familia muy armoniosa”.
Resultaba agradable escucharlos hablar de su eterno romance cuando Raúl comentaba que ella lo había embrujado con sus canciones; y parece que el hechizo funcionaba, porque le gustaba mucho que le cantara Y si llego a besarte o Damisela encantadora, entre otras.
Causaba admiración entre los compañeros de estudios de sus hijos que Vilma y Raúl, como el resto de los padres, iban a las escuelas a indagar por los resultados de sus niños, no obstante las responsabilidades, porque siempre comprendieron que la formación es entera y total responsabilidad de ambos padres, sobre todo ellos, que juntos lucharon y juntos vivieron, como deseara la heroína aquel diciembre de 1958.
Tomado de Revista Verde Olivo. Edición Especial, No.1, 2021
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