Una estrella por la soberanía del cono sur africano

04 de Marzo de 2024

New York, 1988. Conversaciones de paz. Van-Dunem, Risquet. Foto: tomada de Havanaluanda

En 1971 la Corte Internacional de Justicia y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, decretó ilegal la ocupación de Namibia por parte de Sudáfrica, a lo que los racistas hacían caso omiso. En diciembre de 1973 la Asamblea General reconoció a la Organización del pueblo de África del Sudeste (SWAPO) como representante auténtico del pueblo namibio y a su líder Samuel Daniel S. Nujoma, no obstante, tuvo que empeñar varios años en pos de la soberanía de su país.

 

Por su parte Angola se despojaba de la colonización portuguesa en 1974, pero sin poder saborear la independencia debido a las pugnas entre movimientos internos divergentes que aspiraban a la presidencia: el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA). A partir de julio de 1975, Pretoria y Washington contribuyeron a la realización de operaciones encubiertas mediante el suministro de armas y financiamiento tanto al FNLA como a la UNITA; así como con el envío de instructores militares sudafricanos para impedir el alcance promisorio del MPLA. No obstante, para el mes de septiembre comenzó a palparse la superioridad de este movimiento liderado por el Dr. Agostinho Neto.

 

Como consecuencia de la situación existente en suelo angolano y la reiterada solicitud de ayuda por parte de la diligencia del MPLA, el mando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias elaboró un plan de ayuda militar, el cual fue denominado Operación Carlota. Entre el 5 y el 10 de noviembre de 1975, las fuerzas angolano cubanas derrotaron al FNLA en Quifangondo. Tras intensas jornadas de enfrentamiento, vio la luz la proclamación de la independencia, que ponía punto final a 492 años de cruento colonialismo.

 

Sin embargo, durante los días sucesivos, una columna sudafricana avanzaba desde Lobito hacia Luanda, la cual fragmentó la defensa cubano angolana en Sumbe, pero finalmente se logró frenar el avance sudafricano al volar los puentes sobre el río Queve. Los racistas fueron empujados hacia el sur.

 

Ante esta lección internacionalista cubana, desde la administración norteamericana de Jimmy Carter se supeditaba el establecimiento de relaciones diplomáticas con Angola, a la salida de las tropas cubanas de suelo angolano, exponiéndolo a la sed de los racistas sudafricanos. Desde el año 1982 Reagan planteaba “necesaria” la negociación entre Sudáfrica y Angola, condicionando la salida urgente de las tropas cubanas, al respaldo por parte de Estados Unidos (EE.UU.) a la aplicación de la Resolución 435 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que exigía elecciones libres en Namibia bajo supervisión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

 

Entre tanto, los sabiondos del norte de las Américas no se percataban de que las negociaciones estaban cojas, se hablaba de la solución para Namibia y de la necesidad de que los cubanos abandonaran a Angola, y sin embargo, no concebían a dichas naciones en la mesa de negociación.

 

Varios fueron los intentos, en diferentes fechas y geografías durante más de diez años. Se creó el grupo de contacto que incluía a EE.UU., Alemania Federal, Canadá, Francia e Inglaterra; para iniciar las negociaciones en el periodo 1976-1977.

 

En el 78 se exhibió mundialmente la derrota política sufrida por Sudáfrica, donde se presentó la Resolución en el periodo especial de sesiones de la Asamblea General de la ONU que concluyó el 3 de mayo. Entonces la Sudáfrica racista se vio acorralada y arremetió contra campamentos de refugiados namibios en el interior de Angola. El 4 de mayo dispuso de un golpe aéreo en Tchetequera y Cassinga, provocando una masacre de civiles inocentes, la cual han mostrado sin pudor ante la historia, como una operación militar exitosa.

 

Estos hechos impulsaron en septiembre la adopción en las Naciones Unidas de la Resolución 435, ante lo cual Sudáfrica no se resignaba. Junto a EE.UU. garantizaba el caldo de cultivo para que no avanzaran las conversaciones, tenían como punto coincidente, sacar la espinita cubana que se les atravesaba en suelo angolano. A los racistas no le convenía permitir elecciones libres en Namibia y se empeñaban en preparar la silla presidencial para Savimbi.

 

Respecto a los propósitos yankis, Jorge Risquet Valdés decía que los americanos siempre han querido dejarnos fuera de toda negociación y recordaba magistralmente cuando en 1898, los cubanos ganamos la guerra contra España y después las negociaciones fueron entre París, EE.UU. y España, prescindiendo de la voz de los vencedores: nuestro Ejército Libertador.

 

Otra de las características que persistía en los representantes de las delegaciones de EE.UU. y Sudáfrica, era la prepotencia visceral, de tanta ceguera, que no les permitía ver que en el año 1988 ya no estaban en la posición de vencedores como para estar planteando exigencias. En el punto más alto de su vanagloria, Cuba en el teatro de operaciones daba su estocada final. El heroísmo respaldado por la sapiencia del Comandante en Jefe Fidel Castro, de cubanos, angolanos y namibios en Cuito Cuanavale, hicieron palidecer todas las pretensiones del gambito racista.

 

El 23 de marzo en Cuito, los sudafricanos lucieron su último asalto de envergadura, mientras columnas cubano angolanas y más de dos mil guerrilleros de la SWAPO empezaron a avanzar desde el suroeste de Angola hacia la frontera con Namibia. Ya a finales de mayo y principio de junio, los Mig-23 piloteados por los aguerridos pilotos cubanos, se adueñaron del cielo.

 

En el plano diplomático se fue asimilando de a poco la realidad que se vivía en el plano militar, las conversaciones desde el 24 de junio en el Cairo hicieron historia. Jorge Risquet Valdés, al frente de la delegación cubana advirtió: “África del Sur debe entender que no obtendrá en esta mesa de negociaciones lo que no ha podido obtener en el campo de batalla”.

 

Luego, el 22 de julio en Cabo Verde, el subsecretario adjunto norteamericano James Wood le expresó al general Ulises Rosales del Toro, que los sudafricanos estaban como acorralados. El primero de diciembre en Brazzaville, donde se daría inicio a los acuerdos de paz que estipulaban la implementación de la Resolución 435, tampoco tuvo lugar. El día tres la delegación sudafricana recogió sus maletas sin avances. A esas alturas, todavía algunos miembros de la delegación entendían como una traición destetar a Savimbi de la ayuda.

 

Finalmente, el 22 de diciembre de 1988 en Nueva York, se logró la firma de los acuerdos. A diez años de estos hechos, contaba Jorge Risquet Valdés –y muy bien lo ha recreado el profesor italonorteamericano Piero Gleijeses– que desde el asiento que ocupaba como presidente de la delegación cubana, le pareció en el momento de la firma, que la estrella de Héroe de la República que brillaba en el pecho de Abelardo Colomé Ibarra, lo hacía esta vez con más brillo; en analogía a la estrella que llevaba en la frente Calixto García cuando debió haber firmado el acuerdo de paz en nombre de Cuba para poner fin a la guerra hispano cubana norteamericana que daría a luz nuestra soberanía, si en 1898 no hubieran dejado a la Isla fuera de las negociaciones. Pero esta vez a pesar de las urdimbres, EE.UU. no pudo impedir la participación de nuestro país en las negociaciones. Al contrario, Cuba decidió en ellas por la soberanía del cono sur de África.

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