Maestra vida

21 de Diciembre de 2021

Bum!!! Bang!!! El estridente sonido de los cañones retumba en los oídos. El enmascaramiento lo protege del visor enemigo, pero no por mucho tiempo. Los tanques se acercan. La artillería agudiza la intensidad de los disparos. De una reacción rápida y certera depende su vida. Una voz fuerte lo sorprende: –¡Cadete, si no reacciona ahora es hombre muerto!

 

Al instante el campo de batalla se convierte en aula, el tanque y la artillería enemiga en un grupo de mesas y sillas. Desde el otro extremo sus compañeros aprenden la valiosa lección.

Así transcurren las clases del teniente coronel Agustín de Moya Valdés.

 

Para este profesor de la especialidad de Táctica en la Escuela Interarmas General José Maceo, Orden Antonio Maceo, el educador está continuamente tras la búsqueda de ideas creativas para apoyar el proceso de aprendizaje.

 

“El docente que imparta mi especialidad debe poseer un poco de artista. Transmito a los estudiantes los fundamentos teóricos; sin embargo, en ocasiones los ubico virtualmente en escenarios reales. Sería imposible dar este conocimiento si no traigo el terreno al aula”.

 

El trabajo nunca termina cuando existen hombres como Agustín. “No creo que he llegado a la meta. Entrego todo de mí en la formación de los estudiantes. Jamás dejo de aprender de ellos, escuchar sus criterios e inquietudes”.

 

Comprometido con su labor, siente gran orgullo de ser partícipe en la preparación de los futuros oficiales de las FAR. “Mis alumnos van a desempeñar diferentes funciones en las cadenas de mando en las unidades. Por eso los instruyo con la mayor dedicación desde el aspecto militar, ideológico y humano”.

 

Pedagogo de origen humilde y campesino, el teniente coronel cultiva la enseñanza como un acto de amor y entrega.

 

Vocación por el magisterio Para el capitán de corbeta Libán Lazo Porta la supervivencia en un buque posee similitud con la vida en la sociedad. Y así se lo muestra a sus estudiantes. Amar el mar, pero también respetarlo. Proteger la vida humana y ser fieles a su Patria.

 

Como segundo jefe de la cátedra de Marinería de la Academia Naval Granma, nos habla de la responsabilidad que tienen los profesores en la formación de los guardiamarinas.

 

“Nuestra cátedra es rectora de la cultura marinera. En el aula, como en los ejercicios de entrenamiento, formamos cualidades para cuando el futuro marino cumpla sus misiones a bordo en las unidades de superficie o en otras de la Marina de Guerra Revolucionaria (MGR), desempeñe la tarea exitosamente”.

 

El capitán de corbeta explica además: “Los educadores que somos oficiales tenemos el compromiso de inculcar en nuestros estudiantes las reglas de la vida en una unidad militar. Nosotros también realizamos una incidencia directa en el cumplimiento del orden reglamentario de la escuela. No solo de las cuestiones académicas, sino también el orden interior, la limpieza, el mantenimiento de los albergues y las áreas exteriores, así como del cumplimiento del horario del día”.

 

Como característica intrínseca destaca: “La sensibilidad humana en nuestro trabajo es una cuestión fundamental. Aquí tenemos alumnos de distintas partes del país, por lo tanto, muchos de ellos se pasan grandes períodos en la academia. Nos preocupamos por sus problemas, más aún si estos pueden afectar su desempeño escolar. El personal docente de la institución mantiene una estrecha relación dentro de la base del respeto y lo establecido en el reglamento”.

 

Antes de pertenecer a la institución Libán prestó servicios en unidades de la MGR. No obstante, al provenir de una familia de educadores, siempre se sintió identificado con la profesión.

 

“Aquí, de pie”

 

A punto de concluir el acto de graduación me formulaba la misma pregunta. ¿Acaso será él? Su rostro ya no es el mismo. También el tiempo ha mellado un poco mis recuerdos. Tiene que serlo, ¡nunca olvidaría a uno de mis primeros muchachos!

Me aventuro y tomo la iniciativa. Alcanzo a tocarle:

 

–Perdone, su apellido es Velázquez. Descubro el gesto de afirmación.

 

–No me recuerda, yo fui su profe de ruso en el año 1978.

 

Él me reconoció al instante. Una sensación de orgullo estremeció mi cuerpo.

 

Participé en su formación como cadete y ya era teniente coronel.

 

Más de tres décadas han transcurrido desde la primera vez que el profesor Reynaldo Enríquez García experimentó el sentimiento de estar frente a un aula. Miembro de las primeras graduaciones de camilitos optó por la docencia al igual que el resto de sus hermanos.

 

“Mi casa era una cátedra. En el librero los ejemplares estaban organizados por especialidades”, rememora.

 

Su entrega a las FAR ha sido completa. Luego de graduarse en 1978 del Instituto de Idioma Máximo Gorki, pasó a formar parte del claustro de profesores de ruso del Instituto Técnico Militar (ITM) José Martí, Orden Antonio Maceo, Orden Carlos J. Finlay, sitio donde labora hace treinta y cuatro años.

 

Hoy, como maestro de inglés, Reynaldo siempre llega bien temprano a la cátedra. Mientras recorre los pasillos recuerda con nostalgia las primeras experiencias en la institución.

 

“Quiero cada rincón del ITM con el sentido de pertenencia que solamente puedo poseer cuando le he dedicado gran parte de la vida a este centro y al trabajo que realizo. Como mi esposa también es profesora de la escuela toda la familia ha crecido con ese espíritu de amor y admiración”.

 

Doctor en Ciencias Pedagógicas, Enríquez García imparte además cursos de maestría y posgrado en Pedagogía. A partir de su vasta experiencia transmite a otros su pasión por la enseñanza, y el alto grado de compromiso que conlleva.

 

“La formación humana del personal docente debe caracterizarse por un espíritu de amor, sacrificio y superación.

 

Ser un profesional sensible, humano. No uno que mire desde la cima, sino que comprenda al estudiante e interactúe con él”. Este maestro del tiempo confiesa que si volviera al año 1973, con certeza volvería a escoger la misma carrera. Reencontrar a uno de sus primeros estudiantes reafirma su decisión.

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