Mes de dignidad
A partir del año 1953, el mes de julio tiene una significación especial para la Historia de Cuba, pues marcó el inicio de la última y definitiva etapa en las luchas independentistas de esta isla caribeña.
Comenzó con el desplazamiento hacia oriente de un grupo de jóvenes que juraron no dejar morir al Apóstol en el año de su centenario; Estos, tras la organización y asentamiento en las ciudades de Santiago de Cuba y Bayamo, con magistral exactitud y compartimentación clandestina, atacaron los cuarteles de ambas ciudades.
En la madrugada del día 26, tanto en el Moncada, de la cabecera oriental, como en el Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, se conoció de la acción en cuanto se escucharon los primeros disparos.
La operación de la ciudad Héroe, tenía como ventaja la algarabía del tradicional carnaval. Oportunidad sin igual para tomar la principal fortaleza militar del territorio, ubicada en el centro de la urbe y equipada con gran cantidad de medios y efectivos de guerra que garantizaban el poder político en la región.
Durante el enfrentamiento, existieron más bajas de soldados que de asaltantes, mas, en las siguientes jornadas, el odio feroz de la dictadura asesinó y torturó hasta la muerte a alrededor de cincuenta prisioneros y heridos. Fueron estos días del séptimo mes muy tristes.
Pero, si en el orden militar los jóvenes atacantes no lograron su objetivo, meses más tarde se revirtió la situación, cuando el propio Fidel Castro, quien con gallardía asumió la responsabilidad de los hechos, denunciaba los crímenes perpetrados, precisaba los contornos ideológicos de los acontecimientos y señalaba a José Martí como autor intelectual de las acciones, por tal motivo, de acusado se convirtió en acusador.
Tales sucesos le devolvieron al pueblo cubano la dignidad ultrajada y le brindaron una esperanza, al mostrar que había surgido una vanguardia revolucionaria, capaz de realizar los mayores sacrificios por la emancipación plena a partir de un programa radical.
Por estos motivos, los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, no terminaron con los últimos disparos, si no que advirtieron de la necesidad irreversible de la lucha armada, enarbolaron un proyecto, y abrieron una nueva etapa histórica.
A partir de entonces, el pueblo de Cuba volvió a sentir la presencia de José Martí, pistola en ristre, disparando contra los males existentes, e izando la bandera de la verdadera independencia.
Las acciones del día 26 continuaron desde entonces con fuertes ráfagas de espíritu indoblegable en el desembarco del Granma, así como las luchas por montañas y ciudades, hasta alcanzar en el primer día del mes de enero, un amanecer de victoria. Y poco tiempo después, entraron los barbudos rebeldes con Fidel al frente, en el sitio donde había comenzado aquella batalla hacía cinco años y cinco meses: Santiago de Cuba. No era julio, pero se sentía igual.
Por eso este mes representa un punto de partida, presencia y continuidad, desde donde se desprende la vigencia de aquellos acontecimientos como un canto de esperanza nacional e internacional.
Además, los ideales germinados continúan presentes todos los meses del año para modelar nuestra nacionalidad y tomar como esencia los valores más auténticos del ser humano fundidos con la rebeldía del pueblo en Revolución.
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