La clase de Historia de Cuba y las lecciones que nos debemos

06 de Enero de 2022

Foto: Obra de Ernesto Rancaño

Qué suerte llevar conmigo un tesoro invaluable de conocimientos y motivaciones relacionadas con la historia de mi Patria, que fueron forjadas por los buenos maestros y profesores que tuve la dicha de tener y las lecturas posteriores que ellos supieron incentivar.

 

A la memoria vienen ahora Hipólito Brito, aquel Maestro, así con mayúsculas, que con sus brillantes disertaciones lograba que los alumnos vivieran la historia; y lo hacía, en primer lugar, desde el conocimiento, porque no se puede enseñar lo que no se sabe bien, y también, desde la pasión con que lo hacía.

 

Cuando hablaba de Céspedes, Gómez, Maceo, Quintín o Guillermón, entre otros próceres de la guerra independentista, parecía como si montara a caballo y blandiera el machete en plena clase. Y si de Martí se trataba, el maestro no olvidaba contarnos las peripecias de aquel jovencito que, con apenas 16 años, fue capaz de llamar «bárbaro opresor» a la metrópoli que esclavizaba a su Patria; o calificar a un condiscípulo de apóstata, por servir a España y traicionar la confianza del maestro Rafael María de Mendive, en una carta por la cual sería condenado a seis años de prisión.

 

Tampoco olvidaba narrarnos las secuelas dejadas por los hierros que arrastró día y noche en la etapa vivida en las canteras de San Lázaro, y que provocaron llagas, en su cuerpo y en su alma, que nunca llegaron a sanar; suceso que lo llevó a expresarle a Doña Leonor en una foto enviada: «Mírame, madre, y por tu amor no llores: Si esclavo de mi edad y mis doctrinas, tu mártir corazón llené de espinas, piensa que nacen entre espinas, flores».

 

Por él conocí también que el Héroe de Dos Ríos tuvo novias como Blanquita Montalvo y Carmen Zayas Bazán; que supo desatar las pasiones de María García Granados, La niña de Guatemala, o que había sido capaz de gastarse el dinero en bien de Cuba, mientras andaba con los zapatos rotos en la fría Norteamérica. Para Hipólito, esos detalles también eran importantes.

 

Así era cada una de las clases que impartía, y que esperábamos con sumo interés sus discípulos. No puedo olvidar su admiración por Frank País García, quien tenía al morir la misma edad que mi maestro. Tal vez por eso se sabía al dedillo su biografía, y le temblaba la barbilla cuando hablaba de las proezas de aquel joven santiaguero.

 

Y es que la historia, como me la enseñaron, es la anécdota, el relato, la narración y el análisis profundo de los hechos, a partir de la actuación de sus protagonistas. «¡Y todo el que sirvió es sagrado! El que puso el pie en la guerra; el que armó un cubano de su bolsa; el que quiso la Revolución de buena fe, y le sacrificó su porvenir y su fortuna, ya lleva un sello sobre el rostro, y un centelleo en los ojos que ni su misma ignominia le pudiera borrar luego», dijo Martí, al referirse a los héroes de la Guerra Grande, una lección que trasciende aquel contexto y resulta de utilidad para todas las épocas.

 

Es cierto que estos son otros tiempos. En la era de internet, de tablets y celulares, urgen más los maestros y profesores que logren combinar, como se precisa, conocimiento y corazón. Héctor Bosch Vílchez y Juan Martí, dos reconocidos especialistas villaclareños en el tema, reconocen que deben cambiarse algunas maneras en que se trabaja la enseñanza de la historia de Cuba, tal como se reflejó en los debates y documentos del 8vo. Congreso del Partido, y en las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

 

Para ello debe rescatarse la selección y preparación de los profesores de esa asignatura,  que no puede ser una más en el currículo, ni cualquiera la persona que la imparta; sino solo aquel que sea un buen patriota, que esté dispuesto a leer y a estudiar todo cuanto caiga a mano, porque la base de su enseñanza es, en primer lugar, el conocimiento; a lo que deben sumarse, además, los métodos y procedimientos más adecuados para su aprendizaje.

 

Cuando eso no ocurre, el maestro acude a lo más fácil, que es convertir la asignatura en una sucesión de causas y consecuencias, obviando lo más importante, el hecho histórico, refiere Bosch Vílchez; quien no duda en señalar que, para motivar, crear valores y sentimientos, debe acudirse a los acontecimientos y personalidades, y tratar a estos últimos tal como fueron, con sus virtudes y defectos; de lo contrario, se mostrará a los niños seres poco creíbles.

 

Sobre el tema, el profesor Juan Martí explica que no son los héroes de la estatua perdida entre las nubes, ni los hombres perfectos e inalcanzables, esculpidos en mármol, que viven y habitan en algunos libros y clases de historia, los que debiéramos mostrarles a nuestros alumnos; sino aquellos que, además de sus grandezas en el campo de batalla, también amaron, sintieron miedo y hasta se equivocaron en ocasiones.

 

«Por qué no hablar de las contradicciones entre Martí, Gómez y Maceo en la entrevista de La Mejorana; o que el Apóstol fue, en algún sentido, una persona incomprendida, incluso por sus padres; las diferencias entre los participantes en la Asamblea de Guáimaro...», por solo citar algunos ejemplos traídos a colación por el especialista.

 

Al respecto, Arístides Rondón Velázquez, reconocido profesor santaclareño, aborda otra arista interesante del tema, y es la necesidad, también, de hablar de otros héroes más cercanos, de los que tenemos por cientos al doblar de la esquina, en la cuadra, en la finca, en la escuela o en el centro de trabajo.

 

«¿Es que acaso quienes pelearon en Girón, estuvieron en la Crisis de Octubre o realizaron la Campaña de Alfabetización no hicieron historia?», se pregunta, y menciona, asimismo, a los miles de cubanos que cumplieron y aún cumplen misiones internacionalistas en lejanas tierras, la mayoría de los cuales son héroes anónimos de la Patria.

 

«¿Por qué no contar con ellos, acercarlos a las escuelas, a los más jóvenes, para que les narren sus proezas y sufrimientos en Angola o Etiopía; las vicisitudes vividas durante el enfrentamiento a la actual pandemia en más de 40 naciones del mundo o en el combate al ébola en África, por solo citar algunos ejemplos de ese arrojo cotidiano que tanto abunda en los hijos de esta tierra? Al no hacerlo, estamos perdiendo una oportunidad para fomentar valores e incentivar la cubanía», señala Rondón Velázquez.

 

Destaca, asimismo, la necesidad de utilizar más las nuevas tecnologías en bien de la enseñanza de la historia. «Tenemos películas, documentales, series e intervenciones de historiadores como Eusebio Leal, entre otros valores, al alcance de la mano, y no se utilizan suficientemente para estimular el conocimiento», declara el profesor, quien añade, igualmente, que debe incentivarse en nuestros creadores el interés por fomentar series y programas como Elpidio Valdés, La odisea del honor  o lcb: La otra guerra, entre otras propuestas que han demostrado su valía.

 

EN CONTEXTO

 

  • Al presentar el Informe Central del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba, el General de Ejército Raúl Castro Ruz señaló que «en el trabajo político-ideológico no es suficiente hacer más de lo mismo»; en tanto que exhortó que «se requiere creatividad, ajustarnos con efectividad al escenario que vivimos, potenciar el estudio de la historia del país, hacer llegar a cada cubano el mensaje de optimismo y la confianza en que juntos sabremos enfrentar y vencer cualquier obstáculo».
  • En el Compendio de ideas, conceptos y directrices, emanados del 8vo. Congreso del Partido, se precisa que en el trabajo político-ideológico se hace un llamado a estimular las acciones dirigidas al perfeccionamiento de la investigación, impartición y divulgación de la historia patria; así como la promoción y exigencia del uso respetuoso de los símbolos nacionales, la preservación y desarrollo de las tradiciones, identidad y cultura nacional.
  • También se exhorta a apoyar y controlar las acciones dirigidas a la preparación y formación del personal docente, su participación en la investigación, los intercambios con combatientes de la Revolución Cubana, la vinculación a sitios históricos y la utilización y generación de nuevos productos audiovisuales dirigidos a lograr una enseñanza más atractiva de la historia y un conocimiento superior por los estudiantes.

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