La victoria que cambió el rumbo de Cuba
El 21 de julio de 1958 culminó la batalla de El Jigüe con una victoria vital para las fuerzas rebeldes. A partir de ella comenzó la derrota de la ofensiva general que el ejército de la dictadura había arrojado sobre la Sierra Maestra o lo que es lo mismo, con la operación Fin de Fidel (FF).
Diez días antes había iniciado el combate entre los revolucionarios y tropas élite de la tiranía batistiana llegadas a las montañas orientales con el objetivo de acabar con la insurgencia guerrillera y su líder. Para ello, avanzaron por el norte desde Santo Domingo, las Vegas de Jibacoa y San Lorenzo, y por el sur desde Palma Mocha y La Plata, su propósito: rodear a los alzados.
Fue un viernes cuando una patrulla del Ejército Rebelde en las cercanías de los ríos Jigüe y La Plata, empezaron el combate. Tenían como finalidad aislar a un batallón que se encontraba a muy corta distancia de Radio Rebelde, un hospital, talleres de fabricación de minas y otros puntos vitales de las fuerzas revolucionarias.
Fueron días donde se sucedieron enfrentamientos en sitios como Cagüeiro, Gran Tierra, Río La Plata, Pico Manacas y Paridón. Poco a poco, bajo la guía del comandante Fidel, unos trescientos hombres mal armados y con poco parque, revirtieron la situación de encierro inicial y resistieron el ataque de más de una decena de batallones apoyados con fuerzas de la aviación, la artillería, buques y tanques.
En las jornadas de hostigamiento, los barbudos dejaron sin comunicación, carente de vituallas y sin posibilidad de salida al batallón enemigo, pues todos los intentos por enviar patrullas para explorar y llegar a la costa fueron impedidos por las emboscadas rebeldes.
Ante tal situación, el comandante José Quevedo, otros oficiales y soldados del ejército batistiano, desmoralizados y vencidos, comenzaron a deponer las armas de acuerdo con las condiciones propuestas por los insurrectos.
Este instante marcó el fin de la ofensiva de verano del régimen de Batista en la Sierra Maestra e inició la contraofensiva militar con las más de 200 armas largas obtenidas, incluyendo morteros, ametralladoras, una bazuca y 20 mil balas.
Esta batalla, en opinión de Fidel, fue una de las acciones decisivas de toda la guerra y a partir de ahí ya no le quedó duda “de la derrota relativamente cercana de la tiranía”, afirmó.
Así, el cambio del balance de las fuerzas rebeldes, representó una victoria estratégica y abrió el paso hacia el triunfo final de la revolución, el primero de enero de 1959.
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