Sembrar vida
Las acciones ambientales en Cuba se sustentan en el pensamiento martiano acerca de la relación del hombre con su entorno, y en las tradiciones que asocian nuestra historia con una cultura de la naturaleza.
La protección del medio ambiente constituye un factor relevante a los fines de la defensa nacional y permanencia de nuestra soberanía. Es por ello que la repoblación forestal ha sido asumida por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) como tarea estratégica de primer orden.
La utilización irracional a nivel mundial de los ecosistemas forestales ha propiciado rupturas del ciclo hidrológico natural, pérdidas de la estructura y fertilidad de los suelos, disminución de la diversidad biológica y desertificación. La seguridad alimentaria y la disponibilidad de agua y otros recursos se encuentran altamente amenazados.
A partir de 1959, en Cuba se emprendió un ambicioso programa forestal que ha permitido revertir el proceso de deforestación acelerada que comenzó con la colonización y se acentuó durante la seudorrepublica.
Las acciones incluían la protección, fomento y manejo de bosques y áreas naturales, así como de la biodiversidad asociada a ellos. Esta política forestal de la Revolución se encuentra respaldada bajo una amplia legislación que sostiene como principales instrumentos jurídicos la Ley 81 de Medioambiente y la Ley 85 Forestal.
Los antecedentes se encuentran desde 1988 con el surgimiento del Plan Manatí y en 1995 con la Comisión Nacional del Plan Turquino Manatí, ambos con el interés de popularizar la reforestación en todo el país y de dirigir las actividades de desarrollo social y económico de las montañas.
En estos momentos, Cuba es considerada una de las pocas naciones de América Latina y del Caribe donde el recurso forestal se incrementa cada año.
Las FAR han priorizado la actividad de repoblación forestal, teniendo en cuenta que los bosques, además de ser esenciales para la conservación del medio ambiente y la vida en el planeta, constituyen un recurso militar de primer orden.
La preparación del territorio nacional como teatro de operaciones militares, en interés de la defensa, es fundamental para el enmascaramiento de los hombres y el material de guerra.
Los árboles proporcionan materiales para la construcción de obras defensivas, son obstáculos para medios de combate y transporte del enemigo y, además, generan combustible y alimentos para las tropas.
La directiva 717 del viceministro jefe del Estado Mayor General en conjunto con los lineamientos del jefe de la Dirección de Ingeniería; establecen las acciones que regulan el desarrollo de esta actividad en las FAR: inventario de los bosques en los niveles de sectores y regiones militares; recolectas de semillas; creación de viveros centralizados; adecuada preparación del terreno, atención y mantenimiento permanente de las plantaciones; siembra priorizada de posturas de frutales; recuperación de especies en peligro; reforestación de fajas hidrorreguladoras, cumplimiento de medidas contra incendios; y, no menos significativo, el reconocimiento a las unidades con mejores resultados como «Unidad Reforestada»; así como la difusión de propaganda gráfica alegórica a esta tarea y su importancia para el medio ambiente.
Todas estas labores son supervisadas por un sistema de medidas que incluyen la elaboración de instrucciones técnicas para este tipo de trabajos y la participación en las actividades de control de la Comisión Nacional del Sistema de Reforestación.
Para conseguir la deseada reforestación de las unidades y de otros territorios como parte del Programa Nacional Forestal, es necesario que cada combatiente —oficial, cadete, soldado y trabajador civil— participe activamente en las labores de siembra, mantenimiento, cuidado y protección de los árboles.
El objetivo, además de plantar la totalidad de las hectáreas y de lograr un índice de supervivencia que supere el 85% alcanzado en la actualidad, va más allá de un compromiso militar, es también saldar una deuda con el planeta.
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