La marcha de un espectro cubano en el campo de concentración

23 de Enero de 2025

Aurelio Ballenilla Portuondo nació en Santiago de Cuba en el año 1893. A los 18 años marchó a España. Al comenzar la guerra civil española era funcionario del ayuntamiento de Barcelona y miembro del Partido Socialista Unificado de Cataluña. Desempeñó labores de propaganda del Frente Popular Antifascista. Su hermano José Ballenilla Portuondo salió de Cuba a la edad de 4 o 5 años, eracapitán del tren automóvil de la república y estuvo operando en el 18 cuerpo de ejército, en los frentes de Aragón y Cataluña. A la entrada de las tropas franquistas a Barcelona el 26 de enero de 1938, estaban cruzando la frontera de Francia1.

 

Estuvo recluido en los campamentos de refugiados de Agde, Barcares y Saint Cyprien. En Saint Cyprien se reunió con su hermano José y 40 cubanos más. Se dirigieron a la Legación Cubana en Paris pidiendo la repatriación, siendo concedida para el 28 de septiembre de 1939 en el barco Reina del Pacifico que salió de Burdeos. Pero la declaración de guerra de Inglaterra a Alemania detuvo la salida del barco y tuvieron que quedarse en Francia. 

 

 

Fueron internados en el Campo Gurs, Altos Pirineos, en «batallones de trabajo» del gobierno de Francia a los extranjeros y refugiados. Destinados a realizar trabajos de defensa en La Navion, cerca de San Quintín en la frontera belga. En mayo de 1940 se encuentran con los alemanes, huyen junto a los militares belgas, pero fue inútil el intento de fuga al ser hechos prisioneros por los alemanes. En jornadas de 30km diarios sin alimentos fueron llevados a través de Bélgica y Luxemburgo rumbo a Trier (Alemania)

 

 

«Por haber participado en la Guerra Civil española fuimos enviados a la prisión de Trier. Fueron seis meses de torturas e interrogatorios con agentes de Franco y la Gestapo. En diciembre de 1940 fuimos remitidos al campo de concentración de Dachau donde estuve tres años, antes de ser enviados a Lofoten y mi hermano 2 antes de ser  enviado al campo de concentración de Hamburgo. El viaje de Trier a Dachau se realizó con un tren prisión en el cual íbamos amarrados en grupos de 10 o 12 hombres. Pasamos por todas las cárceles del país pasando por: Saarbruecken, Ludwigshafen, Manhelm, Mosbach, Wirzburg y Nuremberg. Al llegar a la estación final nos esperaban guardias de las SS que nos arrojaron al suelo y nos levantaban a patadas para que formáramos filas. El campo de concentración de Dachau estaba rodeado por una alambrada eléctrica con corriente de alta tensión siendo el suicidio de muchos prisioneros. Había también un amplio foso de fango, el que cayera tendría una espantosa muerte de ahogamiento. Además una muralla rodeaba el recinto, en cada 40 o 50 metros una torre de vigilancia con ametralladoras y feroces perros. Sobre el techo del edificio principal se encontraba un cartel que decía «Campo de castigo y eliminación», al entrar en el campo había otro cartel que decía «Al entrar aquí has perdido todos los derechos como ciudadano y como hombre, incluso el derecho de la vida». Resaltaba un cartel que decía «El trabajo es el camino de la libertad». Los 3 años que estuve preso no hubo ningún intento de fuga en el campo de concentración.

 

 

»Al llegar fuimos despojados de toda nuestra ropa y nos dieron un uniforme con un número, el mío era 22.957 y el de mi hermano José, 22.956. Fuimos totalmente rasurados; se nos tomaron fotografías en todas las posiciones, huellas dactilares, etc.

 

 

»Los que habíamos sido combatientes en la guerra civil española nos ubicaron en las barracas de «Straff Block» o barraca de castigo y para distinguirnos llevábamos un símbolo en las mangas del uniforme que consistía en un triángulo blanco. No podíamos fumar pero si podíamos escribir a nuestra familia y recibir una carta cada 3 meses. No teníamos limitaciones de las horas de trabajo, lo mismo se trabajaba de día y noche. Nos levantaban a las 4 de la mañana y formábamos en el patio, desnudos, en esas horas las temperaturas eran 24 grados bajo 0. En total había 4000 españoles presos que se encontraban presos en este campo de concentración.

 

 

»La hora de trabajo era inhumana como por ejemplo sacando fango de los pantanos o cavando zanjas. Miles de personas murieron por el frío o se les congelaba un brazo o una pierna y se lo teníamos que cortar. Después que no servía para trabajar era enviado en un transporte a las cámaras de gas. Llegué a presenciar la muerte de 16 000 judíos. En el campo de Dachau teníamos que hacer a veces de «kostrager» o servicio de cocina que consistía en llevar la comida a los comedores. Era un trabajo bastante cómodo, otro trabajo cómodo era en el almacén de patatas, separando patatas podridas. Alrededor de las barracas nos obligaban a sembrar flores.

 

 

»El alimento que nos daban era el siguiente. Por la mañana un poco de agua negruzca que los alemanes le decían «café ersatz» o sea café sintético. Al mediodía les daban 10 minutos para comer un poco de col, zanahorias y papas hervidas, muy mal elaboradas. En la noche les daban 200 gramos de pan negro de harinas de papas, con 50 gramos de queso. Los cerdos para los nazis eran sagrados para que no le robaran (los prisioneros) la comida la mezsclaban con estiércol, a veces revisaba la comida de estos animales y encontraba algo. Dormíamos en grupo de 12 en literas triples, nos daban por las mañanas media hora para ponernos de pie, hacer nuestras necesidades y formar en el patio. Al salir y regresar del trabajo éramos contados. Los que morían eran obligados a traerlos en carretillas para contarlos en el campo de concentración. Lo conocíamos como «la hora de Appel». A causa del amotinamiento y de la poca higiene, era muy fácil infestarse de sarna. Lo enfermos de estos males eran trasladados al «cuarto de la sarna», donde tenían que estar tirados en el suelo desnudos. Cada dos horas nos hacían volvernos del otro lado, mediante una orden que se hacía mediante palos. Periódicamente revisaban la barraca en busca de insectos. Si encontraban un solo piojo, metían a toda la barraca en el «cuarto de los piojos» que era un cuarto de baño que cerraban herméticamente por 24 horas, llenándolo de un gas especial para fumigarnos. Nos tenían allí 24 horas completamente desnudos. El gas aquel nos dejaba ciegos por 4 días.

 

 

»Los castigos eran en «El potro» sobre el cual se doblaba un hombre por la cintura con las manos amarradas; se le bajaba los pantalones y se le propinaba sobre las nalgas 25, 40 o 50 palos o latigazos. Otro castigo consistía en colgar a los hombres de un gancho con las muñecas esposadas y dejarlo colgados 2 o 3 horas. Otro castigo el «punken» que consistía estar en una celda por 45 días aislados, allí se comía una vez cada 3 días. En ocasiones existían los castigos colectivos haciendo por 5 horas salto de ranas. Los castigos a los judíos los metían en una cámara cerrada donde los bañaban con mangueras de alta presión en el estómago hasta matarlos, los castraban por cualquier motivo. Algunas veces fuimos obligados a formar en el patio en dos filas y uno a uno teníamos que pasar por el medio del grupo recibiendo puñetazos. Fuimos enviados a los caminos a tirar de las aplanadoras siempre bajo el látigo, si descubrían un prisionero que no tiraba con fuerza era obligado a acostarse delante de la aplanadora. Todos los trabajos o castigos debíamos hacerlos mientras cantábamos canciones alemanas. Entre aquellas canciones estaban «Lore, lore», «Madagaskar» y «Heyde so rot».   

 

 

»De los 4000 españoles presos cuando salí de Dachau solo había 80 moribundos, el resto fue aniquilado en las canteras de Dachau. Vi llegar al campo de concentración de Dachau 2000 niños rusos y ucranianos, entre 8 y 12 años los cuales pusieron a trabajar los nazis como otros adultos más. También presencié la llegada de 400 soldados soviéticos y los nazis los obligaban a estar desnudos en el patio. Los muertos eran incinerados en los hornos, inmediatamente, los alemanes se comunicaban con la familia del prisionero en el extranjero diciendo que el familiar murió de forma natural y le enviaban las cenizas por 30 marcos, cuando tenían el dinero los nazis cogían cualquier ceniza y la enviaban a su destino.

 

 

»Recuerdo la presencia del Reichsführer Heinrich Himmler en el campo de concentración, con la llegada de la visita de este asesino recibí un nuevo interrogatorio. En el campo de concentración de Dachau desobedecí la orden de permanecer en la barraca mientras durara la visita de Himmler al encontrarme afuera con un checo y un austriaco, nos vio Wagner jefe del bloque de castigo y nos obligó a permanecer 2 horas de cuclillas si me cansaba recibía un latigazo.

 

 

»Cada 2 meses nos visitaba una comisión de médicos de la Gestapo y de las SS, teníamos que salir desnudos al patio para que nos revisaran. Para ingresar a la enfermería había que estar moribundo o estar destinados a experimentos. Fui utilizado para experimentos los cuales fueron: inyectarme con malaria, estuve 25 días con fiebre de 45 grados. Fui salvado por amigos prisioneros para que no fuera enviado a las cámaras de gas. Los enfermeros y SS se divertían con nosotros entraban a nuestra barraca y nos gritaban «firme» imagínese mi situación, tenía que ponerme en firme. Las enfermedades que más afectaban el campo eran las úlceras del estómago y el cáncer. Wargner el jefe de nuestra barraca un día amaneció muerto por las úlceras.

 

 

»Gracias a la embajada de Suiza fuimos trasladados a un campo de internamiento, ya que nuestro país (Cuba) le había declarado la guerra a Alemania. Fuimos enviados a Nevengaum en Austria. Al llegar tuve que pasar 15 días en el hospital enfermo del estómago me atendió la Cruz Roja. Éramos un poco libres de la presión de los SS ya que estábamos custodiados por soldados de la Wehrmacht heridos los cuales nos daban cigarrillos una vez le pedí a uno de ellos un acordeón y mi sorpresa fue tal que me lo trajo, empezamos a hacer un boletín clandestino con el título «Boletín de la Victoria», escuchamos a escondidas la radio inglesa. Con el acordeón tocaba canciones españolas y cubanas, un día un soldado alemán que me escuchaba me dijo puedes tocar la «Internacional» la cual toqué con alegría. Cuando el atentado de Hitler los soldados alemanes se alegraron pero al recibir la noticia de su supervivencia muchos perdieron el habla. Cuando empezaron los ataque aéreos nos daban café, un día la Gestapo nos descubrió recibimos un castigo severo. 

 

 

»Tres veces estuvimos incluidos en los canjes pero la Gestapo nos quitaba de la lista por miedo que dijéramos como era la vida en un campo de concentración. Un día fuimos visitados por un delegado suizo y le contamos nuestro caso. Gracias a la reclamación de los Estados Unidos fuimos liberados el 22 de enero 1945. Salimos de Loffoten rumbo a Constanze en el trayecto de regreso vimos destrucción compartíamos nuestra comida con los niños. Al llegar a Constanze se realizó el canje y fuimos internados en Saint Gallen donde recibimos maltratos de las autoridades suizas. En Ginebra fuimos entregados a los norteamericanos, nos llevaron a Marsella, el 8 de febrero nos montamos en el barco Gripshorm rumbo a New York donde estuvimos 1 mes, atendidos por el Comité Antifascista y el Consulado de Cuba. Luego fuimos a Miami y después La Habana. Es una lástima que perdí por las autoridades norteamericanas mi documento de remisión del Campo de Concentración de Dachau firmado por Reinhard Heydrich (La Bestia de Praga) el cual saqué a escondidas del campo de concentración. Conocí amigos que eran prisioneros los cuales recuerdo: el coronel checo Stanosky, al búlgaro Micheff, el judío austriaco Kreuzfuch el cual fue asesinado, el actor austriaco Strublingheim, los españoles Ramón Sierra, Terradelia Veliz2».

 

Referencias

  1. Revista Bohemia del 8 de julio de 1945. Articulo He visto asesinar dieciséis mil judíos, por Enrique Pizzi de Porras. P 5.
  2.  Todo el testimonio Aurelio Ballenilla Portuondo fue publicado por él en su libro «El desfile de los espectros»

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