Las cubanas: madres de espíritu tierno y guerrero

11 de Mayo de 2025

En el sepelio de su hijo Frank País, el dolor y la firmeza emergían de los ojos de su madre, doña Rosario.Foto: Archivo Escambray

 

  

Al compás del sillón que se balancea suavemente, mece ella sus recuerdos más queridos. Es una mujer gruesa, de acento peninsular, cabello lacio encanecido, y los dolores más profundos en el alma. Perdió a su esposo, crío sola a tres hijos, y dos de ellos fueron asesinados en solo un mes. Primero Josué, el 30 de junio y después Frank, el 30 de julio de 1957. Los dos con el cuerpo agujereado por las balas de los esbirros de Batista.

 

Pero doña Rosario García es una madre espartana, como la calificó el Comandante Fidel Castro, y se alzó desde las ascuas de su tristeza para vivir por la memoria de los bravos que nacieron de su vientre. «Cada Día de las Madres a las 5 a.m. entraban en mi cuarto seguido de sus hermanos. Me despertaban con una canción. Me regalaban flores. Luego se quedaban conmigo hasta el amanecer […] Más tarde, ni en lo más crudo de la lucha dejaba Frank de enviarme el Día de las Madres un ramo de flores». 1

 

Como ella, muchas otras cubanas sufrieron la muerte injusta de sus retoños. La madre de Manuel Isla, el muchacho de Nueva Paz, el más joven de los asaltantes al cuartel Moncada, de tan solo 20 años, nunca más cerró la puerta del fondo de su casa por si algún día su hijo regresaba. Doña Joaquina Cuadrado, madre de Abel Santamaría, joven torturado y asesinado luego del ataque del 26 de julio de 1953, cargaba también esas hondas angustias. Desde la prisión de Guanajay, su hija Haydée le escribía:

 

«Mamá, ahí tienes [a] Abel, [¿]No te das cuenta, Mamá[?]. Abel no nos faltará jamás. Mamá, piensa que Cuba existe y Fidel está vivo para hacer la Cuba que Abel quería. Mamá, piensa que Fidel también te quiere, y que para Abel, Cuba y Fidel eran la misma cosa, y Fidel te necesita mucho. No permitas a ninguna madre te hable mal de Fidel, piensa que eso sí Abel no te lo perdonaría». 2

 

Mujeres heroicas como sus descendientes, ávidas al alivio de saber que otros alzaban los ideales por los que sus herederos dieron la vida. Ahí estaban, madres laceradas por pérdidas irreparables. Y también durante los años de guerra, mucho sufrieron las que se alejaron de sus hijos para irse a la pelea. Angelina Antolín, quien formó parte del Pelotón Femenino Mariana Grajales, dejó a sus tres hijitos con una hermana cuando partió a la Sierra Maestra. Tanto los extrañaba que en una ocasión pidió permiso a Celia para ir a visitarlos. «Celia me dio un dinerito y me mandó con un mensajero a ver a mis niños en California, que era territorio libre. 

 

Recuerdo que allá nos agarró un ciclón grande; y me pasé una noche con ellos. Fue tanta la alegría de verlos»;3 pero después volvió a las lomas, pues el clamor de Cuba era incluso mayor que el de sus pequeños.

 

En similar circunstancia estuvo Georgina Leyva, Gina, combatiente de la clandestinidad y la Sierra, quien dejó a cargo de su familia a sus cuatro hijos. «Fueron los momentos más duros, porque los más grandes, sobre todo la mayor, me escondía el maletín, lloraba para que no me fuera, y no había forma de convencerla de que era una necesidad. Se quedaban muy angustiados» 4. Sin embargo, ella también puso a la libertad de Cuba por encima de todo.

 

Y estaban las otras, esas que sufrían sabiendo que sus hijos estaban en los combates, donde cualquier segundo podía ser fatal si se pone el pecho delante de las balas. Lina Ruz González, la madre de Fidel y Raúl, vivía con el rosario entre los dedos, frente al altar de sus santos, con el corazón sobresaltado por la incertidumbre, preocupada por esos frutos de sus entrañas que tenía luchando en las alturas de Oriente.

Al triunfar la Revolución fue hasta el sagrado recinto de la Virgen de la Caridad del Cobre a llevarle sus plegarias. Con un velo sobre su cabeza, pidió que la libertad nacida en nuestra Patria perdurara en bien del pueblo; las madres que tienen hijos muertos merecen el alba, de ellas debe ser el reino del sosiego. 5

De espíritu fuerte, tierno, sacrificado y guerrero son las madres cubanas, tomaron un fusil y lucharon, enseñaron a su descendencia a amar la libertad, los impulsaron por ella a la batalla, lloraron por sus pérdidas, y vivieron para honrarlos. Ellas, sin pensarlo, dieron a luz también a la Revolución. ya lo decía Fidel el Día de las Madres de 1966: «A las madres cubanas, que han entregado sus hijos a la Patria sin vacilar, les debemos lo más grande: el futuro de esta nación».  6

 

Referencias

 

1-Pedro Antonio García: «Hermanos de trinchera y sangre», en Revista Bohemia, julio de 2022, p. 53.

2-Ángel Freddy Pérez Cabrera: «Abel fue el más leal de los amigos de Fidel», en Granma, La Habana, 20 de octubre de 2017. Fragmento de carta de Haydée Santamaría a sus padres.

3--Entrevista concedida por Angelina Antolín, fallecida en 2019, al periodista Wilmer Rodríguez Fernández y a la autora en 2018.

4-Entrevista concedida por Georgina Leyva Pagán a la autora en febrero de 2019.

5-Guillermo Villarronda: «Plegaria por Cuba», en Revista Bohemia, La Habana, 1 de febrero de 1959, p. 5

  • El abrazo entre Joaquina y su hija Haydee, a la salida de la cárcel de mujeres de Guanajay, donde la joven cumplió seis meses de prisión luego de las acciones del 26 de julio de 1953. Fotocopia Ramón Barreras. Foto:Cortesía Museo Casa Natal Abel Santamaría/ Vanguardia/ Cubadebate.

  • De izquierda a derecha, Angelina Antolín, Norma Ferrer, María Tamayo, Olga Guevara y Eva Palma. Sierra Maestra, Comandancia de La Plata, octubre de 1958. Foto:Archivo Oficina de Asuntos Históricos.  

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