Fidel tras las luces de Agramonte(II)

12 de Mayo de 2025

Fidel durante la velada solemne por el centenario de la caída en combate de Ignacio Agramonte. Foto: Fidel Soldado de las Ideas / Cubadebate.

 

  

Nacen en todos los tiempos, hombres inmensos. No son la mayoría, sino unos cuantos elegidos que tienen en sí la grandeza de muchos. En este ciclo extraordinario, los que ascienden por los puntales de la historia y se plantan para siempre en sus cúspides, se vuelven luces que guían e ilustran a los que vendrán después. Tales destellos orientadores iluminaron al Comandante en Jefe Fidel Castro durante sus luchas, cuando escudriñó en las huellas de José Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo o Ignacio Agramonte.

 

Con esos legendarios caudillos tuvo grandes similitudes; pero sobre todo en este mes, cuando las lluvias de mayo humedecen los montes y alimentan los arroyos de la Isla, surge su analogía con El Mayor, el bravo hijo de Camagüey que cayó en combate el día 11 del año 1873, pero antes estremeció los llanos con su caballería y llegó a ser uno de los más insignes jefes mambises.

 

Fidel e Ignacio, abogados de profesión, dejaron los bienestares de una vida acomodada y se lanzaron a las batallas por la libertad de su tierra, con plena certeza en que solo a través de las armas podrían conseguirla. Líderes dispuestos a todo, Agramonte desafiando a un enemigo muy superior para salvar a Sanguily; Fidel arriesgando el futuro para encontrar a Roque, marinero caído al mar cuando solo faltaban horas para que llegara el Granma a tierra. Los dos corajudos y perspicaces, genios en el arte militar, cultos, sacrificados, brillantes y perennes.

 

Por ello no ha de causar asombros que alrededor de 1973, durante uno de sus viajes a Camagüey, el Comandante pidiera llegar hasta Jimaguayú, el lugar del último enfrentamiento del Mayor General Agramonte. Al llegar, contaba Giraldo Mazola, quien entonces era dirigente del Partido en esa provincia, indagó sobre cuánto había cambiado la zona luego de 100 años; a no ser por algunos campos sembrados de pangola o la construcción de dos o tres viviendas más, aquel gran potrero permanecía casi igual al fatídico día, incluso crecía aún la hierba de guinea entre la que se camufló el grupo de tiradores que, a corta distancia, derribó al Bayardo de su caballo Ballestilla.

 

«Fidel se ubicó en el lugar, donde corren dos arroyitos que mueren en una ye (Y), y a Agramonte lo mataron en la punta donde se unen. Entonces él quiso caminar por allí, y nos puso a todos a seguirlo. Si no nos dice para qué hizo eso, nos hubiésemos quedado sin saberlo», dice Mazola, quien, extrañado, vio cuando el Comandante fue hasta el jeep y regresó con un libro que el general espirituano Serafín Sánchez había escrito años después de la muerte de El Mayor.

 

«Agramonte situó a Serafín en uno de los arroyos, a la otra infantería en el otro, y había mandado tentar a una columna que salía de Camagüey para que entrara entre los dos. Si lo hacían, el plan era que él, al frente de la caballería iba a sorprenderlos por la retaguardia, y cuando se expandieran para los dos lados, los estaría esperando la infantería atrincherada en los arroyitos. O sea, la trampa le funcionó, pero Serafín, que estaba en un sitio, no conocía todo el escenario militar.

 

Fidel nos dijo: «Si a mí me ocurre algo similar a lo de Agramonte, cuando teníamos rodeado a Quevedo, 1 el único que sabía cómo era el combate, era yo, porque si le preguntan 30 años después a Guillermo [García], puede tener la idea de su zona, pero no tenía el plan completo. Lo mismo pasó con Serafín, porque quien conocía toda la estrategia era Agramonte y lo que lo mató fue su audacia, pues en vez de haberse quedado un poco más atrás, quiso ganar tiempo y atravesar, por lo que la vanguardia española, escondida en la hierba alta, vio su caballo y disparó. Entonces no fue como dice Serafín, fue la audacia de Agramonte lo que lo mató.

 

» Él no solo miraba con luz larga e iba al futuro, sino que, con esa misma luz, viajaba al pasado para revisar nuestra historia, y lo hacía con una sagacidad, con una objetividad…», afirma Mazola.

 

Así la luz de héroes como Agramonte alumbraba a Fidel, el Jefe rebelde sabía que allí, en la vida de los guerreros pasados, estaba el ejemplo más fiel que debía seguir la Revolución, sus líderes y su ejército. El 11 de mayo de 1973, durante la velada por el centenario de la caída de Ignacio, el Comandante expresó: «[…] Y si queremos saber cómo deben ser nuestros tanques en la hora del combate: ¡deben ser como la caballería camagüeyana de Ignacio Agramonte en el rescate de Sanguily! […]».2

 

Referencias

 

1-José Quevedo Pérez, militar que lideró uno de los batallones enviados por Batista a la Sierra Maestra para combatir al Ejército Rebelde. En la batalla de Jigüe fue cercado y al no tener otra salida depuso las armas y decidió incorporarse a la tropa guerrillera.

2-«Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz en la velada solemne por el centenario de la caída en combate del Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz, Camagüey, el 11 de mayo de 1973, "año del xx aniversario"», en Fidel Soldado de la Ideas, La Habana, 8 de mayo de 2025.

  • «Les inculcó a los patriotas camagüeyanos su espíritu, su ejemplo, sus extraordinarias virtudes», dijo Fidel sobre Agramonte en si discurso del 11 de mayo de 1973.

  • Agramonte, uno de los grandes jefes mambises a los que Fidel admiró.Foto: Archivo Sitio web Cubanía.

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