Uno tras otro, se sucedieron eventos de la visita apostólica, a cuál más emotivo, hasta que el 22 de septiembre —cuarto día de estancia de Francisco en la isla— el Santo Padre se despidió del pueblo cubano desde la escalerilla de la nave aérea que lo conduciría a los Estados Unidos, próximo destino de su periplo internacional.

Vi la escena por televisión. El vicario de Cristo, de espaldas a la cámara, ascendió despacio la escala del avión. Me fijé en el balanceo de la maletica asida en su mano izquierda, la recuerdo negrapero no lo tengo claro. Lo cierto es que observé atento la oscilación leve, hipnótica, de la cartera, mientras crecía mi admiración por ese hombre que llevaba sus propios documentos, como cualquier viajero, pudiendo encomendarlos a un ayudante

Menos de cinco meses después, el 5 de febrero de 2016, un comunicado conjunto de la Santa Sede y el Patriarcado de Moscú, anunció que el papa Francisco, Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, y Su Santidad Kirill, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Moscú y de toda Rusia, conversarían en La Habana tras casi un milenio de alejamiento entre sus Iglesias, enemistadas desde el Cisma de Oriente y Occidente¹, en el año 1054.

En un planeta inmenso como el nuestro, con tantas opciones a mano, el hecho de que dos notables líderes del cristianismo mundial, cuyas principales sedes se hallan en «la culta y desarrollada Europa», sobrevolasen el Atlántico —unos 9 mil kilómetros, más de 12 horas— y se encontraran en esta pequeña isla del Caribe, resultaba tremendamente simbólico.

Fue increíble lo rápido que sucedió todo. En la tarde del 12 de febrero, luego de un abrazo histórico, y de una reunión privada de dos horas en el Salón de Protocolo de la Terminal 1 del aeropuerto Internacional «José Martí», en La Habana, Francisco recién llegado de Roma y Kirill de visita oficial en Cuba, firmaron una Declaración Conjunta y ofrecieron breves discursos en los que hablaron de entendimiento, cooperación e iniciativas, se trataron de hermanos, aludieron a su encuentro como obra de la voluntad de Dios, y expresaron que, a partir de ese momento, las cosas serían más fáciles. Tras un sencillo intercambio de regalos, se despidieron.

En total, Francisco apenas estuvo tres horas en la terminal aérea, antes de partir rumbo a México, destino del duodécimo viaje internacional de su pontificado. Kirill permaneció en la isla cumpliendo su agenda, que incluía oficiar la Divina Liturgia en la única Catedral de la Iglesia Ortodoxa Rusa en suelo cubano, erigida en honor a Nuestra Señora de Kazán, en la Avenida del Puerto de La Habana.

En sus palabras de esa tarde, el único papa recibido dos veces en esta tierra², después de agradecer la acogida del pueblo anfitrión y la «disponibilidad activa» del entonces presidente Raúl Castro a favor del evento, dijo: «Si sigue así, Cuba será la capital de la unidad».

Notas del autor:

¹ Cisma de Oriente y Occidente: conflicto religioso que produjo la separación entre el papa y los jerarcas eclesiásticos de la Iglesia ortodoxa.

² Y ojalá regrese.

Fuentes consultadas:

Fernández de Kirchner, Cristina: Sinceramente. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2019.

El papa Francisco arremete contra el sistema. Cubadebate, 18 de mayo de 2013.

Elizalde, Rosa Miriam; y Concepción, José Raúl: Francisco y Kirill firman histórica Declaración en La Habana. Cubadebate, 12 de febrero de 2016.

Ecured: El papa Juan Pablo II. Visita apostólica de Benedicto XVI a Cuba. El papa Francisco.