El Apóstol ascendió a la cima del Turquino

21 de Mayo de 2025

Jilma Madera y Celia en la cima del Turquino. Al fondo, el busto de Martí. Celia, ensayo para una biografía.Foto:Cortesia del autor

 

    

Si la patria fluye por las venas sin aspavientos, y la humanidad, más que palabra en los labios, es aire que se respira, gesto cotidiano, modo de andar, de entender, de sentir, estamos hablando de Martí, de Fidel y, también, de Celia.

 

En 1953, ella y su padre —el doctor Manuel Sánchez Silveira—, acompañados de la escultora Jilma Madera, ascendieron al pico Turquino cuando nadie lo hacía y colocaron en la cima un busto de José Martí, de quien se conmemoraba ese año el centenario de su natalicio. A partir de entonces, el Apóstol de nuestra independencia otea desde allí el verde de su amada isla y el azul del Caribe.

 

Pero, ¿cómo surgió la idea de sembrar al más grande de los cubanos en lo más alto de Cuba?

 

Su origen estuvo en el Seminario Martiano de la Universidad de La Habana, dirigido por Gonzalo de Quesada y Miranda, hijo del discípulo más cercano y albacea de los papeles de Martí. A cien años de haber nacido el Apóstol, el Seminario quiso homenajearlo, y lavar así la afrenta a su memoria que significaban las hipócritas celebraciones oficiales del régimen anticonstitucional y tiránico de Fulgencio Batista. 

 

Pidieron ayuda al doctor Sánchez Silveira, padre de Celia, martiano devoto, investigador acucioso de la historia patria, y delegado del Instituto Cubano de Arqueología en la antigua provincia de Oriente.

 

El doctor organizó un grupo de entusiastas encargados de la subida del busto y su emplazamiento. Entre ellos, prácticos, cargadores, albañiles y ayudantes: vecinos en su mayoría de Ocujal, pequeño poblado costero en las faldas del Turquino.

 

A inicios de mayo, a pesar de las copiosas lluvias de primavera, del lodo y el monte virgen abierto a golpe de machete, aquellos hombres emprendieron la ascensión llevando consigo las 163 libras del busto de bronce creado por la escultora Jilma Madera, placas metálicas que se adosarían a la base, cemento, arena, piedras, agua, herramientas, víveres. Épica y fatigosa tarea desde la orilla del mar, salvando el pico Cuba y el paso de las Angustias, hasta la cima del Turquino.

 

El 19 de mayo, aniversario de la caída del Apóstol en Dos Ríos, Celia, su padre, Jilma y otros compañeros, hicieron guardia de honor ante los sagrados restos en la necrópolis santiaguera de Santa Ifigenia.

 

Al día siguiente, partieron de Ocujal. Llegaron a la cumbre en la mañana del 21 de mayo. Al mediodía, durante la conmovedora inauguración del monumento, se cantó el himno nacional.

 

A fines de esa década, Celia regresaría a las montañas, y a Martí, como ángel guardián de los barbudos comandados por Fidel en la Sierra Maestra. Allí, en lo más alto de nuestra geografía y nuestra historia, Martí, Fidel y Celia custodian el futuro y honran la frase del Apóstol grabada en una de las placas unidas al pedestal del busto: 

 

«Escasos como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad».

 

 

Fuente:

  1. Álvarez Tabío, Pedro: Celia, ensayo para una biografía. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. La Habana, 2004.
  • Un colaborador, el doctor Sánchez Silveira, Jilma Madera y Celia, en la cima del Turquino. Celia, ensayo para una biografía.Foto:Cortesia del autor

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