Céspedes y la independencia como único camino

04 de Octubre de 2024

El 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes da la libertad a sus esclavos y comienza la Guerra de los Diez Años. Foto: periódico Vanguardia.

La decisión tomada por Carlos Manuel de Céspedes de no esperar y tomar las armas el 10 de octubre de 1868, marcó un hito en la historia del país. La propia falta de consenso entre los implicados para definir una fecha de inicio, dio la primera clarinada de los muchos obstáculos que tendría que enfrentaresa guerra y las siguientes.

 

Algunos argumentaron que las condiciones no estaban creadas, y que era preferible esperar a la conclusión de la zafra azucarera para disponer de mayores recursos. Otros, como Céspedes, consideraron quelas condiciones tendrían que ir creándose en el camino, porque sería imposible organizar una guerra que no llegara a oídos de los espías españoles.

 

No le faltó razón a Céspedes, porque lo que terminó por inclinar la balanza en favor del grito de independencia fue la orden de arresto inmediato hacia su persona. Este hecho tuvo una incidencia marcada en el desarrollo de los acontecimientos, porque en el entendido de que las condiciones todavía no eran óptimas para un alzamiento, menos lo fueron al hacerlo con premura.

 

Primó el pensamiento cespediano de que las cosas se compondrían por el camino, mientras Céspedes se convirtió por derecho propio en el precursor y la figura más importante de la primera mitad de la guerra.

 

Al 10 de octubre de 1868 no se llegó por casualidad o el capricho de terratenientes. Lo transcurrido del siglo XIX había dibujado un mosaico demasiado plural de tendencias políticas y económicas en Cuba, que iba desde la tibieza de pedirle reformas a la Corona española, la anexión al pujante vecino del norte, y quienes veían en la independencia la única solución a los males del país.

 

Para la década del 60, la opción independentista se había acentuado a partir de un deterioro significativo de la situación económica y política en Cuba. En ese escenario, tómese en cuenta una característica sui generis del proceso de luchas cubano, el papel protagónico de los terratenientes. Esta clase pudiente y educada en Europa vio en el estado de cosas un freno al desarrollo, además de sentir muy fuertemente que derechos políticos normales en el mundo civilizado les eran negados.

 

Paulatinamente, se llegó al convencimiento de que la única manera de cambiar el destino de Cuba era mediante la lucha armada. No obstante, tampoco aquí nos podemos quedar únicamente con una visión romántica, porque cualquier guerra afectaría los intereses de esos mismos terratenientes, y acentuaría las dificultades económicas del país. De aquí se deslinda uno de los méritos de Céspedes y los participantes en el Grito de Yara, que antepusieron los intereses nacionales sobre los personales. 

 

Pero el descontento en Cuba era muy marcado y quedó resumido en el manifiesto redactado por Céspedes: «Nadie ignora que España gobierna a la Isla de Cuba con un brazo de hierro ensangrentado (…) que teniéndola privada de toda libertad política, civil y religiosa, sus desgraciados hijos se ven expulsados de su suelo a remotos climas o ejecutados sin formación de proceso por comisiones militares en plena paz».

 

Al final, los dos objetivos principales de la Guerra de los Diez Años de independencia y abolición de la esclavitud, no se cumplieron. Sin embargo, el 10 de octubre de 1868 inauguró una tradición de lucha que concibe el uso de las armas para defender un proyecto noble. En lo referido al asunto de los esclavos, no podemos ser indiferentes al simbolismo de la libertad concedida por Céspedes a su dotación, a quienes convidó a que se sumaran a la lucha, pero de manera voluntaria.

 

Un análisis frío y demasiado objetivo pudiera llevarnos a concluir que la primera acción combativa fue únicamente un fracaso. En el intento de toma del poblado de Yara, los españoles falsamente consintieron en entregarse sin ofrecer resistencia, y los hombres de Céspedes fueron emboscados y masacrados. Sin embargo, las autoridades españolas en la isla debieron removerse por la osadía de la rebelión, algo impensable poco tiempo antes. 

 

Incluso con la derrota como conclusión inobjetable, el estoico Céspedes salió al paso a un comentario pesimista de uno de sus hombres: “¡Aún quedan doce hombres: bastan para hacer la independencia de Cuba!”.

 

Ya reorganizados, y un poco más curtidos por la semana transcurridacon las armas, el 20 de octubre emprendieron lo que podría considerarse como la verdadera primera acción por su envergadura.

 

Esta vez, la suerte les sonrió y el naciente Ejército Libertador consiguió su primera victoria, la toma de la importante ciudad de Bayamo.  

 

Referencia:

 

 

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