Carolina Rodríguez: el alma de Cuba

14 de Julio de 2025

Carolina Rodríguez, consagrada luchadora villaclareña. Foto Tomada de Internet

 

La lucha por la independencia, ante todo

 

Poco antes de comenzar la Guerra Necesaria, liderada por el Apóstol, en la localidad de West Tampa, Florida, se efectuó una gran fiesta patriótica en conmemoración del Grito de Yara.

 

Los tabaqueros cubanos que trabajaban en la comunidad de emigrados de Tampa, habían cedido el producto de un día de trabajo para los fondos de la próxima Revolución. Carolina Rodríguez, patriota despalilladora, se encontraba a punto de perder la visión.En el contexto de esa reunión conmemorativa también se pidió una contribución para ayudar al costo de una operación que tenía que hacerse en los ojos. La enorme concurrencia hizo sus aportes para este propósito humanitario.

 

La bravía villaclareña estaba presente; alzó su brazo, pidió la palabra y expresó: «en virtud de que los trabajadores habían contribuido con el día de trabajo para armas y municiones con que libertar la Patria, y como ella no podía contribuir de igual manera, aunque cegada para siempre, cedía la cantidad allí recolectada para su curación a la adquisición de dichas armas y municiones con que libertar la Patria de todos los cubanos».

 

La vida secreta de Carolina Rodríguez

 

Nació Carolina María Rodríguez Suárez en Santa Clara el 20 de noviembre de 1825, hija del matrimonio de Don Félix Valois y Ana Francisca Suárez. Creció en un ambiente colonial de injusticias y sinsabores, que la convirtió en una luchadora incansable.

 

Tuvo activa participación durante la Guerra de los Diez Años en las labores revolucionarias en esa ciudad del centro del país y varias localidades más.

 

Su labor como agente secreta fue muy significativa, mantuvo vínculos con el general Carlos Roloff durante la Guerra Chiquita. Por ello mantenía correspondencia regular con el jefe mambí.

 

Los historiadores ponen como ejemplo de su epistolario la carta del 12 de marzo de 1879—firmada con el seudónimo de Cubanacán— en la que le explicaba al alto oficial lo que estaba sucediendo en Santa Clara, que tenía armas en su cuarto y otros pertrechos para entregar a un grupo que se iba a lanzar al campo a luchar.

 

Le describió el ambiente que existía en la ciudad en relación con una nueva sublevación, así como el pesimismo que reinaba en determinados círculos.

 

Esta misiva puso en evidencia que la heroica villaclareña trabajaba en la clandestinidad bajo las órdenes del general Roloff. Por una cobarde delación fue deportada a Isla de Pinos; al terminar su tiempo en ese territorio salió al exilio donde trabajó como despalilladora de tabaco en Tampa y Cayo Hueso, Florida. Se vinculó con los exiliados cubanos; laboró en una tabaquería donde recibía un modesto salario y vivía precariamente porque donaba casi todo lo que ganaba a la causa cubana, además apoyó la creación de clubes revolucionarios.

 

La Carolina que conoce Martí

 

El Héroe Nacional conoció a Carolina Rodríguez durante los preparativos de la insurrección que se avecinaba, y quedó muy impresionado con la tenacidad y convicciones patrióticas de esta mujer.

 

Por la correspondencia establecida entre ellos y los artículos publicados en el periódico Patria, se puede conocer que Martí dignificó la imagen de Carolina con su verbo preciso y con la justeza de las palabras adecuadas para valorar su actitud de patriotismo sin límites. El Apóstol contribuyó a su inmortalidad distinguiéndola como «El alma de Cuba»(*).

 

Homenaje póstumo a la heroica mujer

 

Al finalizar la guerra, a partir del primero de enero de 1899, los exiliados cubanos pudieron regresar a su patria. Carolina también pero muy enferma y casi ciega. Ocupó una habitación en una casa de la calle Carmen en Santa Clara, donde murió el dos de junio de ese mismo año. No recibió homenajes, ni fue reconocida por sus méritos patrióticos.

 

En 1939, por acuerdo adoptado por el Ayuntamiento y el Centro de Veteranos y Patriotas de Santa Clara, decidieron rendirle homenaje póstumo. Así exhumaron sus restos para colocarlos en el panteón de los veteranos.

 

En capilla ardiente, la noche del 27 de enero de 1940 en la sede del Centro de Veteranos, situada en la calle Cuba y Carretera Central, fueron velados sus restos coincidente con la víspera del aniversario 87 del natalicio de nuestro José Martí; después fueron trasladados al cementerio de la ciudad y colocados en el panteón de veteranos donde reposan actualmente.

 

El 31 de mayo de 2013 se colocó una tarja en la fachada de la que se considera su última morada: callejón de Carolina Rodríguez, entre Julio Jover y Berenguer, Santa Clara. Por su parte, la Sociedad Cultural José Martí de ViIla Clara creó un club de jubilados que lleva su nombre y divulga el conocimiento de la obra martiana y la vida de esta ejemplar mujer.

 

NOTAS

 

(*) Periódico Patria, New York, 30 de abril de 1892: «...cuando cobra la semana infeliz porque poca labor» pueden ya hacer manos de setenta años, pone en un sobre unos pesos, para un cubano que está enfermo en Ceuta, y en otro sobre, para el cubano a quien tienen en la Cárcel de Cuba sin razón yen el sobre que le queda pone dos pesos más y se los manda al «Club Cubanacán» (...) Con ojos de centinela y entrañas de madre, vigila la cubana de setenta años por la libertad; adivina a sus enemigos, sabe dónde están todos los cubanos que sufren (...)¡ Esa es el alma de Cuba!

 

FUENTES CONSULTADAS

ECURED

Santaclara en la historia.blogsport.com. 6/5/2016

Martínez, Martha. Carolina Rodríguez. Radio Florida de Camagüey, 2/6/2024.

Rodríguez de Cuesta, Vicentina Elsa. Carolina Rodríguez. Pinar del Río, El Taller Pinareño, 1953.

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