La caída del Titán
Diversas fechas históricas han resultado luctuosas para Cuba por la pérdida de valiosas vidas, pero la muerte en combate del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales y de su ayudante Francisco Gómez Toro sentó pauta por el rango y arraigo de los caídos.
El 7 de diciembre de 1896 tropas españolas encontraron las vías para aproximarse al campamento mambí y no tardaron en abrir fuego. Maceo, que estaba cerca de allí, escuchó los disparos y avanzó rápidamente a lanzar su pecho a las balas sin temer a la muerte, que ya había burlado en muchas ocasiones.
«Esto va bien», fueron las últimas palabras que dijo a sus compañeros de armas antes de que un proyectil le alcanzara el rostro y lo hiciera desplomarse de la cabalgadura. Murió a los 51 años de edad, cuando se encontraba en plena madurez de acción y pensamiento.
El joven Francisco Gómez Toro, hijo del Generalísimo y ayudante del Titán, salió prácticamente desarmado a buscar el cadáver de su jefe y resultó blanco fácil de las armas españolas. Sus cuerpos inertes yacían juntos cuando un grupo de valientes encabezados por Juan Delgado ejecutaron una carga temeraria para recuperarlos. Fueron enterrados en la finca El Cacahual, lugar que hasta nuestros días guarda con celo sus restos y en donde se erige un complejo monumental.
Su partida fue un duro golpe para los cubanos y para la causa independentista, definido por Máximo Gómez en la carta de pésame a María Cabrales: «[…] Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde usted al dulce compañero de su vida, pierdo yo al más bravo de mis amigos y pierde en fin el Ejército Libertador a la figura más excelsa de la Revolución».
Pasó a la inmortalidad quien desde la condición de soldado alcanzó el grado de general en la Guerra de los Diez Años, el protagonista de la Protesta de Baraguá, el incansable luchador del exilio, el jefe de la invasión y Lugarteniente General del ejército.
«Firme y armonioso es su pensamiento, como las líneas de su cráneo. Su palabra es sedosa, como la de la energía constante y de una elegancia artística que le viene de su esmerado ajuste, y de idea cauta y sobria», así lo describía José Martí y lo recuerda el pueblo cubano a 127 años de su caída.
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