Ana de Quesada y Loynaz: una mujer para respetar

21 de Julio de 2025

Ana de Quesada y Loynaz. Foto: Tomada de Internet 

  

 

Guardiana de la bandera de Yara

 

Nevaba con intensidad cuando Ana de Quesada y Loynaz arribó a la ciudad de Nueva York el 16 de enero de 1871.

 

El Gobierno de la República en Armas le facilitaba un subsidio, que le retiró posteriormente. No obstante, contó con el apoyo de Vicente Aguilera y la generosidad de Carlos del Castillo, pariente y amigo de Carlos Manuel de Céspedes. En la populosa ciudad estadounidense recibió la amarga noticia de que su esposo, Carlos Manuel de Céspedes, fue destituido el 27 de octubre de 1873 como Presidente de la República en Armas, debido a diferencias internas dentro del movimiento independentista.

 

Destituido, fue abandonado a su suerte, sin armas, ni escoltas, ni ninguna otra medida de seguridad en una lejana zona de la Sierra Maestra llamada San Lorenzo, donde se dedicó a la alfabetización de los campesinos mientras esperaba que el Gobierno de la República en Armas le facilitara un salvoconducto —que nunca se le otorgó—, para reunirse con su amada en los Estados Unidos.

 

Poco después, el 27 de febrero de 1874, cayó en combate desigual, enfrentándose con solo un revólver a los Cazadores del Batallón de San Quintín.

 

Un año antes, en noviembre de 1873, Ana había recibido en Nueva York la bandera de la Demajagua dentro de un tubo de latón ovalado como de unos 40 centímetros de largo por 15 de ancho y una carta de Carlos Manuel que le decía: «te envío mi Bandera de Yara, guárdala con cuidado religioso hasta nuestros días».

 

Desde aquel momento Ana de Quesada se convirtió en guardiana de la bandera de La Demajagua cuidándola más que a sus propias joyas; tal y como su esposo le pidiera.

 

El 10 de octubre de cada año, se exponía la insignia a la veneración de los compatriotas y amigos fieles que visitaban la casa de la familia de Céspedes.

 

De familia acaudalada al sacrificio patrio

 

Ana de Quesada y Loynaz nació el 14 de febrero de 1843 en Camagüey, de familia distinguida y acaudalada. Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, se casó en segundas nupcias con ella tiempo después de la muerte de María del Carmen de Céspedes, su primera esposa.

 

De su matrimonio con Céspedes, tuvo Ana un primer hijo, al que puso Oscar. Iniciada la gesta de Yara y quemada la ciudad de Bayamo, vivía con su niño, su madre, sus hermanas y otras familias cubanas en un caserío en una zona intrincada, hasta que llegó al lugar una escuadra enemiga que los sacó y quemó las viviendas.

 

Ana logró que la dejaran con su pequeño niño, porque los españoles pensaron que podrían apresar al Presidente cuando viniera a buscar a su esposa e hijo. Pero la aguerrida joven logró internarse en la manigua y poco después se reunió con el jefe insurrecto. El pequeño Oscar no resistió los rigores de la manigua y murió.

 

Céspedes decidió entonces mandar a su mujer al exilio neuyorkino. Allá nacieron los gemelos Carlos Manuel de Céspedes y Quesada y Gloria de los Dolores de Céspedes y Quesada.

 

La bravía mujer, como acotan las crónicas patrias, había seguido paso a paso todas las actividades de su esposo, y con él vivió intensamente los preparativos que antecedieron a la epopeya del Grito de Yara. Gozó junto con el patricio de la toma de Bayamo; alentó su incendio cuando no podía recuperarse de manos españolas, y sufrió los avatares posteriores a aquella intensa jornada.

 

La exiliada Ana se dio por entero a un solo pensamiento: preparar a su hijo Carlos para servir a la Patria cuando comenzara de nuevo la guerra para lograr la redención de Cuba.Lo envió a los Andes, donde su hermano Rafael poseía una hermosa hacienda para que el joven en contacto con la Naturaleza, se pusiera en condiciones para afrontar los peligros de la futura revolución. desde sus más tiernos años.

 

En 1895, Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, procedente de París, con el alma llena de ilusiones, con la herencia heroica de su gran padre, con el aliento de patriotismo inculcado por Ana de Quesada viene a la isla en una gran expedición, territorio que materialmente no conoce, pero que siente muy suyo por todo lo que de ella su madre le ha contado. Ana también forma parte de esta expedición para acompañar a su hijo y volver a integrarse a las luchas revolucionarias.

 

Días finales de la patriota camagüeyana

 

A fines de diciembre de 1898, finalizada la contienda, Ana y su hijo embarcaron para Batabanó.

 

El día de año nuevo de 1899, a las 5:00 de la tarde, llegaron a La Habana. Solo unas horas antes habían arriado la bandera española en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña, en lo que quedó definitivamente consumado el cese del secular dominio español sobre Cuba. Comenzaba un nuevo dominio, bajo una nueva bandera que ahora ondeaba, inmerecidamente, junto a la de la estrella solitaria.

 

Aunque las condiciones en la Isla habían cambiado, ella continuó siendo una figura respetada y admirada por su sacrificio y dedicación. Ana de Quesada, cumpliendo los deseos de su esposo y Padre de la Patria, repatrió junto con ella la bandera de La Demajagua.

 Vivió el resto de sus días en La Habana, donde falleció el 22 de diciembre de 1910. (*)

 

NOTAS: (*) Algunos autores indican el año de 1909 como el de su deceso.

FUENTES CONSULTADAS

Rodríguez de Cuesta, Vicentina Elsa. Ana de Quesada. Pinar del Río, Talleres Pinareños, 1952.

ECURED

Tocororocubano.com. 7/6/2024.

 

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